Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

25 ago 2014

Escalofríos. Capítulo III


(Final del capítulo II: ¡Me mareo, me caigo, no puedo respirar)

¿Qué le sucede? No es nada. Tan sólo que el fuego, desde niña que viví una experiencia en casa de mis tíos, me provoca pánico. Me pareció  que había humo por la casa. Ya estoy mejor.  ¿Podemos tutearnos? –dijo-, porque, aunque no conociéramos nuestras caras, somos como viejos amigos
No me funcionaron los reflejos para contestar. Me sentía algo desconcertada e incluso violenta, al tiempo que  aquel súbito   malestar   persistía  y al tiempo  también que Eolo seguía gruñendo, cosa que me parecía un mal presagio. No obstante contesté, al fin, con aparente naturalidad: Por supuesto. Podemos tutearnos y permíteme que te pregunte algo. Lo que quieras. Puedes preguntar sin miedo que vengo preparado para el examen –contestó en tono jocoso-. ¿Cómo es que Ramón nunca me habló de ti? No me extraña. Hacía unos años que andábamos distantes por un mal entendido que debimos aclarar. Éramos compañeros y amigos de la facultad… Creo que anda por México, ¿no? Pues, no sé nada de él desde hace años. Me habló de tus experiencias paranormales. ¿No has pensado nunca que puedes ser una elegida, una privilegiada?  ¿Privilegiada de qué y por qué?   ¡Ay, ay! –exclamó-- ¡Qué niña eres! Hay ángeles de luz por el mundo, y tú, sin duda eres uno de ellos….
Sin darle mayor valor a tales comentarios, y evitando el destello húmedo de sus pupilas, me limité a sonreír. Estás muy sola  y  ése es, precisamente, el objeto de mi visita. Deseo ayudarte. No te he perdido del todo la pista, pero me decidí a venir por una especie de presentimiento. Quiero invitarte a al algo, a un encuentro que te va a gustar… En aquellos momentos mis relojes daban la musical hora. Instintivamente, se sacó un reloj de bolsillo y comprobó la suya.  Fue entonces, cuando pude ver, oculto con el puño de la camisa, un extraño tatuaje que  desentonaba  con su atuendo, con su edad…

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