Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

2 abr 2013

Carta a mi coche robado

 
Aún en medio de tanta chatarra, seguirás siendo mi coche y...
¡cierra los ojos y recuerda lágrimas, juegos, versos... que compartimos.
No, no se borran las cosas vividas con amor.

Lo encontraba invariablemente solo. Solo y presto siempre a mi servicio. No le importaban las inclemencias del calor ni del frío, ni las males artes de nocturnos pasajeros Un halo de nobleza, de sencilla solemnidad, un tenue rutilar animado parecía envolverlo de felicidad. Era mi coche, uno más entre miles, pero cargado de vida aprendida del largo monologar de mi intimidad amiga, cobijada, como en claustro materno, en la calidez de sus silencios.
Palpitante siempre en su alma el trepidar de mis recuerdos, evocando palabras, susurrando olvidos, contemplando auroras, cielos estrellados, lunas...
Y el mar, ¡cuántos ensueños frente al mar que compartíamos en tardes largas de verano por el puerto! ¿Hasta qué otra orilla llegarán las playas? -le preguntaba- ¿Hasta dónde las gaviotas..? ¿Hasta dónde las sirenas? ¿Hasta dónde los ocasos en un mar que se los traga?
Y yo escribía malos versos y en voz alta se los leía, y mi coche, tan prudente, tan señor... sí, ¡yo creo que me aplaudía!, pero callaba.
Otras veces, con la lluvia, por caminos, en busca de un no sé qué, me perdía. Y allí amapolas, y trigales, y girasoles y en sonoros suspiros romances de luz, de aire, de manzanillas, de olores, emanados de los más puros sentires de la tierra empapada.
Sobre su volante yo soñaba que era mariposa, que era estrella, que era.... ¡Si yo no era nada! pero mi coche tan prudente, tan señor... sí, con su silencio, ¡cómo me respetaba!  Recuerdo una madrugada de Reyes Magos, solos, solos por la ciudad, por las calles túneles de luz festiva. Yo reía con los semáforos y en juguetonas maniobras los violaba, y ante la fuente, esplendor de agua, de palomas, de incógnitas blancas... siempre, la soledad decorando mi alma
Es la historia sin voz que esta noche presiento que me llama. Sí mi coche, tan noble, tan señor, tan mío, con tanta alma, en la intemperie de un desguace duerme, mientras siento un dolor que no puede expresarse con palabras. Te robaron de mí antes de llegar el día. ¡Mi coche, mi compañero, siempre a dúo, descubriendo madrugadas y escalando sueños de cielos, de mar, de amor... de montañas!
De ti, mi coche fiel me queda la dulce huella que los seres generosos nos dejan, y contigo, tan maltratado, tan herido, tan desahuciado... mis sueños, mi cansancio, mis lágrimas de cincoaños enterrados.
¡Luna bella, luminosa de abril, mágica, divina! Haz florecer un almendro junto a mi coche envuelto en vulgares chatarras! Quiero que no olvide que existe la belleza, aún en medio de un vertedero. ¡No lo dejes, luna sin monólogos de silencios íntimos! ¡Cántale el Aleluya tantas veces frente al mar escuchado! ¡Llévale, luna, mi beso y dile que siga jugando, que no importa el lugar, que no importa el trabajo, que cada cual por un lado seguiremos buscando horizontes, que la vida sigue su ritmo. La vida que sigue... y se pasa.

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