Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

10 jun 2011

Confieso que me equivoqué



  Un canario se posó en la baranda de mi balcón. Una mano piadosa lo recogió. Lo regaló a mis cuidados, y yo, cansada de muchos trabajos, lo acepté sin gana.
¡Pobre pájaro! Con agua, comida, cuidados, pero sin nombre, sin amor...
Sigilosamente, llamó a mi puerta. Le abrí; lo dejé pasar, pero no miré su rostro.
Aquella noche  dormí pero no tuve sueños.
Por la mañana, el canario estaba muerto.
Unos instantes en el cálido cuenco de mi mano bastaron para que me transmitiera toda su belleza.
¡Cómo recuerdo el color anaranjado de sus plumas!
¡Cómo recuerdo el reclamo de sus trinos ante mi presencia!
¡Cómo recuerdo que era tan pequeño, tan gracioso…!
Solo que mi memoria  ya no le sirve; lo descubrí, al sacarlo sin vida de la jaula.
                  Tarde, ¡muy tarde!
Sin amor  no se puede vivir.
¿Para quién comer...?
¿Para quién  beber...?
¿Para quién cantar...?
Los caminos de la vida, sin amor, están llenos de tinieblas,
y de trampas y de inútiles barrotes que nos aprisionan en soledad.
Aquel canario no protestó.
      Suavemente, como caen las hojas de los árboles en el otoño,
sin hacer ruido, sin molestar…, herido sí, por la indiferencia, por el desamor,
se fue sin despedirse.
Ahora sé que yo, en su caso, hubiera muerto también y, si estoy viva, es porque alguien, mirándome a la cara, me dejó pasar la noche en su casa y,  definitivamente, me instalé en ella.
Yo creo que, desde entonces, no han faltado los sueños a mis noches,  y creo que, si el relámpago de la muerte se lo llevó, sus ojillos, tan generosos, me siguen mirando a la cara  




1 comentario:

Cristi dijo...

Hola, Isabel:

Tanto tiempo sin entrar en tu blog; excelente texto si me gusta, pobrecito canario gracias a Dios está en buenas manos.


Un abrazo.