Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

14 jun 2011

Dos cuentos

                         Dibujo: Carmelo López de Arce

De la cometa y el gorrión
Una cometa presumía, ante el vuelo de un gorrión,  de volar muy alto y desafiar al viento, pero, cuando éste cesó, la cometa cayó al suelo. El gorrión, humilde, se posó junto a ella y le dijo:
-Lo siento, amiga. Mis alas son pequeñitas pero mis vuelos no se deben a ningún viento.
-Isa, entiendo la moraleja pero ¿qué ver con lo que hemos hablado?
-¡Hombre, que diga ángel!, tiene que ver por lo que hemos dicho de que hay sabios que se inflan a consta de los demás pero luego acaban mal. Mejor, creo yo, quedarse en menos pero no depender de nadie.
-Un poco retorcido, ¿no? Aunque, bueno, visto así, no está mal. ¡¿Fin, sabia Isabelita? Que te vaya bonito.

Del árbol de hoja caduca     
Un árbol de hoja caduca fue sembrado en un hermoso jardín. A su alrededor crecían viejos árboles de hoja perenne como el pino, el aligustre, la palmera...
Cuando llegó el invierno, el árbol de hoja caduca, ante la expectación de todos, perdió sus hojas. Con sorna y algo de compasión, los demás árboles se dirigían a él: ¡Qué pena nos da verte! ¿Acaso estás muerto? Tus ramas secas resultan punzantes, viejas, desapacibles. Las nuestras, en cambio, siguen siendo frondosas, verdes...
El árbol de hoja caduca, reservado y silencioso, resistía las heladas y los fuertes vientos, protegido, no obstante, por el cálido rescoldo de la savia que le alimentaba en sus adentros.
Cuando llegó la primavera, poco a poco, comenzaron a brotarle yemas, hojas, ramas espléndidas que de un verde nuevo parecían izarse al cielo, alargando sus brazos en frescas sombras y refugio de cuántos pajarillos acudían al jardín, así cómo de ancianos y enamorados.
Lo árboles de hoja perenne lo miraban y se decían: ¿Qué milagro es éste? ¿De dónde tal frondosidad y verdor? ¿Acaso ha resucitado de la muerte? ¿Acaso pretende darnos lecciones de hojas y ramas?
El árbol de hoja caduca, adivinando sus pensamientos, y con gran humildad, les dijo: Siento, hermanos, vuestra torpeza al juzgarme en mis aparentes  horas bajas. ¿No veis cómo sale la mariposa del capullo y alza sus vuelos en irisados colores, cuando llega la primavera? Así, durante el invierno, mis hojas viejas me abandonaron, pero mi sangre siguió regando lo más profundo de mi ser. De esta manera cada año, puedo estrenar vida. Yo no sabría qué hacer con las mismas vestiduras que me nacieron el día de mi alumbramiento. Estar vivo equivale a ir desprendiéndose de lo viejo y hacer que florezca algo nuevo. ¿Pretendes llamarnos viejos? –gritaron a una irritados los árboles de hoja perenne-. No era mi intención –contestó el árbol de hoja caduca-. No he hablado de vejez sino  de juventud, de renovación, de vida.



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