Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

6 jun 2011

Abuela, ¿tú crees en Dios?

Queridos amigos: ¡Cuánto os agadecería  el más sincero comentario a este tipo de cartas que  dedico a mis nietos en una obra que escribo, titulada, "Las preguntas de mis nietos". En cada capítulo   trato de dar respuesta a sus preguntas sin más regla que el ser sincera, honesta y coheerente sin tratar ningún tipo de manipulación que detesto a todos los niveles. Casa capítulo termina con una carta en la que, de forma relajada y meditada, les comunico mis reflexiones.
A ver qué os parece. Gracias.


Y  el día terminó alrededor de la chimenea que, sin cesar de atizar por mis pequeños, mantenía una llamita en alto. Me vine la primera como hago siempre y confieso que se debe a la sensación que me queda cuando todos se marchan. Es como si nada tuviera sentido cuando ellos no están.
Y ahora, ya, termino mi jornada como siempre delante de esta pantalla que tantas posibilidades me da, siendo una de las más importantes para mí, la de poder expresar en palabras escritas las que me va dictando el corazón y que son muchas las veces que como en esta noche, las dirijo a mis queridísimos hijos o nietos. 
Así, pues, hoy va por ellos, por esas ocho maravillas con las que he pasado este domingo.
Queridos nietos: Tras nuestro paseo, descubrimientos y charlas acerca de tantas cosas pero especialmente para dar fe de mis creencias acerca de Dios, antes de irme a la cama, os escribo:
No creáis en un Dios de premios y castigos, de silencios y olvidos. No creáis en un Dios, remedio de todos los males y culpable de nuestras desgracias. No creáis en un Dios, eco de nuestra voz.
Dios, desde una dimensión que no podemos ver ni entender, -y ya sabéis qué es una dimensión- está, no obstante, presente, cerca y superpuesto, sobre todo, en la boca del pobre, del marginado, del que clama justicia y también, ¡como no! en esas pequeñas cosas que casi siempre pasan desapercibidas, pero que a mí, y a vosotros también,  particularmente, tanto nos gustan y emocionan. Por ejemplo, hoy, el hormiguero, la “serpiente”, los hinojos…
¿No es cierto que  algo inexplicable notamos  en nuestra vida, que algo se escapa de nuestros  maravillosos alcances y de los de todos? Por ejemplo: ¿Qué explicación válida damos al universo? ¿Y a la maravilla que es algo aparentemente tan simple como el cuerpo humano?
Dios está ahí, aquí, con nosotros, en nuestras  cotidianidades. No lo busquéis en los cielos porque a esas alturas difícilmente podréis  verlo, conocerlo, entenderlo…
Cada día encontraréis en  vuestro caminar huellas que no pertenecen a calzado humano alguno. Sobre ellas colocad vuestros pies descalzos, mirad al cielo y seguro que exclamaréis: ¡Dios pasó por aquí! Profundizad en ellas para que no las borren los malos vientos que puedan correr y que pueden aventar hasta la palabra hombre del rostro del mundo, porque, como ese sol maravilloso que fiel a su cita con los días, sale esplendoroso o o no, pero sale cada mañana, Dios también sale a nuestro encuentro sin fallarnos jamás y no con varitas mágicas sino para recordarnos que en los bolsillos de nuestro equipaje, al crearnos, colocó herramientas para que nos “arreglemos” cada vez que nos haga falta.
Como el viento que pasa y no lo veo, pero lo noto en mi rostro y me da el aliento que preciso para seguir en cada instante,  Él está en mi vida, en la vuestra, en la de todos. Basta abrir los ojos para verlo.
Todo esto, mis queridos nietos, es lo que yo pienso. Pero vosotros solos, y con el paso de los años, os  daréis vuestra personal respuesta. Bucead por vuestras profundidades y allí os daréis de bruces con Él.
Os quiero.  

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