Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

12 abr 2017

Cuento en el Día del amor fraterno

¡Gran día el de hoy para los católicos! ¡Día del amor fraterno! Aunque en principio, os parezca que me alejo del día con mi cuento de hoy, no es así. Se trata de que hagamos una sencilla reflexión acerca del amor fraterno. Cuento escrito al hilo de una realidad conocida en primera persona.


DEL GIGANTE Y LOS ENANOS
 Había una vez un hombre tan   poderoso y de tan grandes cargos que todos los demás hombres a su lado parecían enanos, por lo que dieron en llamarle gigante. Y el hombre   poderoso, sin proponérselo, hablaba y pensaba, a causa de su estatura y poder, como si de verdad fuese un gigante. Los amigos y conocidos, cuando lo encontraban, corrían de él gritando: ¡que  viene el gigante. Otras veces, obligados a permanecer en su presencia, repetían trémulos y humildes: lo que tú digas. Como tú mandes; somos tus enanos servidores. Y le hacían reverencias, le cedían sitio, lo obsequiaban...
Pero el hombre, tenido por gigante, que era sabio y justo, se dijo: no está bien  que seres humanos como yo. hermanos todos, se llamen así mismos enanos, me teman, me sirvan y me tengan por gigante. Buscaré un remedio para que dejen de sentirse pequeños y me tengan por amigo.
Y el hombre tenido por gigante encontró una especie de coraza que, cubriendo su cuerpo, e invisible para los demás, parecía disminuir su estatura ante la presencia de los demás. Pero sucedió que los hombres enanos, al verlo y compararlo con ellos, lo veían tan igual que empezaron a perderle el miedo y sobre todo el respeto. Un día, uno de ellos gritó: ¡el gigante es enano como nosotros!
A partir de entonces, cuando el hombre tenido por gigante iba por la calle,     los enanos, que pasaban junto a él, le llamaban tonto, se burlaban de su pequeñez y hasta le escupían en el rostro  Así, cuando el hombre gigante descubrió la maldad e ignorancia de aquellos hombres, quitándose la coraza, la arrojó al mar exclamando: ¡prosigamos cómo somos: gigantes y enanos.   


Mi moraleja es la siguiente: A veces  se abusa de la sencillez y humanidad de la gente que siendo grande, se aúna  con los “pequeños” y trata de amarlos y dar la misma estatura.

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