Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

1 ene 2015

Así puede nacer una novela


QUE SE MUERA LA GUERRA
Queridos amigos: no sé si os interesará saber cómo nace y crece una novela, un relato, etc. Han sido muchos los jóvenes aficionados que me han formulado esta pregunta: ¿cómo puedo empezar? Etc.
Hoy os transcribo como nació y creció una novela que escribí hace unos años y que trato de actualizar para vosotros. La titulé así: Que se muera la guerra. La presenté al Premio Lazarillo y se quedó entre las  últimas finalistas. Si os resulta interesante, puedo seguirla, aunque la simultanee con otras cositas

ASÍ PUEDE NACER UNA NOVELA
Anécdota desencadenante: Fue una madrugada hace tiempo. En la cafetería de una gasolinera, escuché como un grupo de chicas, que salían de la discoteca cercana hablaban. Una decía: ¿Sabes, Zora, que Pedro, el chico con el que has bailado, se va a Irac?  La tal Zora,  muy sorprendida, exclamó: ¿pero qué dices? No puede ser. Pues, lo siento pero así es. Se va voluntario por seis meses y luego, si quiere, puede seguir. ¿Y a qué va allí? ¡A la guerra, ¿a qué va a ir? Volví la cabeza y vi como la chica llamada Zora,  guarda silencio y se limpiaba lágrimas con un kleenex  

Me fui a casa sin dejar de pensar e incluso empatizar con los sentimientos de aquella chiquilla que lloraba, como hubiera llorado yo al saber que podía perder a alguien que me importara, aunque fuera por poco tiempo. Como si me hubiese fundido con ella, me preguntaba: ¿qué podría hacer yo para conectar con alguien que está lejos? ¿Teléfono? Aunque pudiera conseguir su móvil, ¡para qué con lo caras que dicen son las llamadas al extranjero! Pero, además, ¡si ni tan siquiera sabía su nombre! ¿Escribirle cartas?  Podía ser, pero; a quién y adónde las dirigía?  Algo me dolía profundamente.
Fue entonces, cuando me surgió la idea de escribir aquel relato a mi manera,   basándome en lo que había oído, y escribir cartas  en las que le dijera todo lo que pensaba y  sucedía, aunque, eso sí, tendría que guardarlas  para cuando  volviera, si es que volvía a verlo.

Comencé por informarme exhaustivamente de la noticia de aquel reemplazo que iba a salir para Irac. Busqué poner cara a los protagonistas, porque nadie puede inventar una cara de carne y hueso. Así que pensé en chico y chica que yo conocía  bien, tanto su físico como sus sentimientos. Tenía ya noticia y personajes, pero, de su realidad tan solo conocía las palabras de aquellas chicas en la cafetería. Tendría que crear ambientes, circunstancias, conversaciones, familias, vidas en definitiva. etc.
Busqué y seleccioné vocabulario de adolescentes.
Me informe sobre  grupos musicales favoritos de los adolescentes, lecturas, medios de comunicación, redes sociales, etc.
Fui, durante un tiempo, anotando ideas, observando a chicos adolescentes, entre ellos a mis propios nietos: conversaciones,  gustos y hasta secretos.
Un laberinto de ideas corrían por mi cabeza con urgencias para salir fuera. Pero, ¿cómo ordenarlas? ¿Qué técnica me resultaría más cómoda y apropiada? Opté, como pensé, por la epistolar y en primera persona.
¿Y cómo llamar a mi novela? Mejor –me dije-, empezar a escribir y el título me saldría solo.
Y comencé a escribir, notando que la creación corría como si fuera estirando  de un ovillo. corregí unas pocas de veces: busqué palabras repetidas para sustituirlas, también sustituí palabras vulgares por seudónimos  más originales, eliminé palabras o frases que no añadían nada, eliminé también preposiciones que no eran necesarias,  descripciones y frases largas, puntos, comas, etc.
Leí y releí en voz alta para oír la musicalidad, el ritmo de la lectura y  se lo leí a mi nieto adolescente observando dónde radicaba el interés y dónde la indiferencia, así como tomando  nota de las interrogantes que me suscitó.
Cuando, al fin, estaba casi satisfecha, pensé que era necesario un  breve prólogo que pusiera situar al lector. Así que escribí el siguiente: A blue night... ¡Oh, noche azul!. Ese será el gran día que, al fin, se invente la paz. El día que los hombres del mundo dejen de matarse y se abracen como hermanos. El día que para siempre se muera la guerra y se invente la paz. Esa será la mágica noche azul que sueño, en la que  tú y yo nos diremos: ¡Hola! Se murió la guerra. Amén.

Hasta aquí todo real. Mi primera carta, si os interesa, es ya pura creación como el resto de la novela.

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