Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

6 may 2011

PENSAMIENTOS PEDAGÓGICOS




Si queremos  mejor socie­dad  no olvidemos que la escuela, la familia... son los mejores talleres para “modelar” tan valiosa “materia prima”: nues­tros hijos, nuestros alum­nos y alumnas.

Hagamos de nuestras es­cuelas, de nuestras fami­lias, lugares de conviven­cia, de conocimiento, de toleran­cia...,  donde  se aprenda a vivir en socie­dad, sopor­tando, excu­sando, colabo­rando...

No debemos consentir que nuestros hijos, nuestros alumnos crezcan en todo, tan solos, tan aislados que hasta anden por la calle con auriculares que los aíslen y los priven de oír el sonido, casi siempre ma­ravilloso,  de la voz amiga, de la voz cálida de otro ser humano.

La socialización es el pro­ceso que transforma al “individuo biológico en in dividuo social por medio de la transmisión y el aprendi­zaje de la cultura de su so­ciedad.

Un maestro genial, ignora siempre que lo es.

El ritmo con que los niños/as  aprenden no es siempre el ritmo de los maestros al en­señar. ¿Acaso  tendría que haber  parquímetros en las aulas? Creo que para algu­nos maestros sí, pero jamás  para los alumnos.

El maestro, para cualquier tipo de aprendizaje que se proponga emprender, deberá partir de los conocimientos previos de los alumnos, al fin de “edificar” desde una realidad asumida. Levantar castillos en la arena es pasar el tiempo pero no edificar.

Si un alumno  está distraído, no atiende, es que su mente está en otro lugar. El maestro debe descubrirlo y compartirlo.

La rival, por excelencia del maestro es la maestra calle. Nada mejor para combatirla que “dejarla entrar en el aula” y “darle cuerda” para que suelte la lengua”, porque,  de lo contrario, sin duda alguna, nos ganará la partida.

Los niños ven cosas que no ven los mayores, y la razón es que, en sus miradas no hay interferencias, porque la inocencia es parapeto que los protege de ellas.

Un niño que siempre anda con mayores, siempre será un adulto niño y un niño viejo.

Un niño que siempre anda con mayores, siempre será un adulto niño y un niño viejo.

No son las palabras las que pueden hacer daño a un niño, sino el tono de esas pala­bras. Ellos saben perfectamente si proceden de un padre o de un padrastro.

El aprendizaje no es una maratón donde se  condecora sólo a los primeros en llegar a la meta; en educación todos deben recibir medalla, cuando el maestro/a  diseña metas individuales.  

En un parque, un pequeño quería escalar una red. Su padre se opnía rotundamente, repitiéndoe: Te vas a caer:
Al fin , el pequeño logró la autorización. Lo intentó y cayó.
El padre exclamó: ¿No te lo dije?
El niño respondió: Pues, ¡no habérmelo dicho!

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