Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

17 oct 2010

Rafael: Más que un cuento




ÉL ERA MI ALUMNO

Él era un niño de diez años de mi Centro, y era unos ojazos que, habiendo visto pronto el dolor de la vida, miraban desde una inmensa tristeza, matizada, de vez en cuando, de ingenua felicidad.

Él era tierno tallo herido, a penas despuntar, que sobrevoló por nuestras vidas, cual estrella fugaz de la que más bien queda el recuerdo de un maravilloso rastro luminoso –visto y no visto- y la certeza de haber sido testigos de su deslumbrante existencia.

Él era Rafael Francisco, un chavalillo de diez años, pálido, transparente, aficionado a la escuela, a sus maestros, a sus libros...

Y Rafael se nos fue de pronto. Un día de escuela, mientras sus compañeros en clase compartían la difícil tarea de la educación y el aprendizaje, mientras su silla, vacía como otras veces, casi no extrañaba a nadie, mientras cada cual en su trabajo, olvidados de la provisionalidad que es la vida, con afanes desmedidos, con nimiedades, con absurdos y sin caer en la cuenta de que vivimos inmersos en el funeral eterno de los tiempos, hacíamos planes de un futuro que nos deparara mayor felicidad, mayor bienestar.

Y ni siquiera una corazonada, un telepático presagio; nada. La vida del pequeño Rafael como blanquísima espuma de mar, se desvaneció con el viento.
Y era un bonito día de primavera, y el sol siguió su curso, y las margaritas y las amapolas, en un frondoso salvaje, parecían entonar el más bello himno de la alegría, y en las calles, el tráfico, los ruidos, las prisas... Pero en medio de esta eclosión de vida, un pequeño féretro nos llenaba de tristeza a todos los que vivimos, de una manera u otra, la corta vida de Rafael.
Y ahora aquí, en este rincón, frente a mi ordenador, lugar preferente, lo recuerdo y unas lágrimas me corren, sin poderlo evitar, por las mejillas, y no sólo es recuerdo de pasado, sino más bien, es presente, algo así como un poderoso árbol que se me crece y cuyas raíces, y ramas, y hojas y flores, si bien amainaron en las estrellas, dentro de mi corazón marcaron profunda huella.

-Tus libros me gustan mucho -me repetía el pequeño Rafael en ternura infinita -, y son muy bonitos, y mi madre me los ha comprado y por las noches los leo, y me gustan... ¡échale! Y también tengo tu foto del periódico, y la guardo porque también me gusta...Y me gusta tu tórtola porque es blanca y porque ríe.

Y, mientras balbuceaba estas maravillosas palabras, una ligera sonrisa se esbozaba en su rostro, pegado tantas veces, bien a la mesa de secretaría, bien a la mesa del director, en un intento de mitigar aquel dolor de cabeza que -¡maldita sea!- se lo llevó.

Mi fe es lucha en un Dios que no comprendo, pero en el que, desde mi pequeñez, confío y espero. Por eso, creo que Rafael está con Dios, y creo que Rafael está con nosotros.

Mi pequeño y agradecido niño: Jamás olvidaré que unos cuentos míos, unas poesías mías, mitigaron el dolor que, postrado de mesa en mesa, soportabas. Nunca me lo había planteado hasta aquel día: bien merece la vida, si en ella se puede escribir un cuento, una poesía, si en ella se puede criar una tórtola que riá,  que haga feliz a un niño/a.

¡Échame una mano, por favor, tú que está en el cielo!, y espérame, espéranos. Entre tanto, escribiré mejores cuento, me haré mejor foto... Te lo prometo.

Y un año más, al aproximarse tu onomástica, quiero felicitarte como mi Rafael preferido.te sigo queriendo.

13 oct 2010

Minicuento: El árbol de hoja caduca


EL ÁRBOL DE HOJA CADUCA

Un árbol de hoja caduca fue sembrado en un hermoso jardín. A su alrededor crecían viejos árboles de hoja perenne.

Cuando llegó el invierno, el árbol de hoja caduca, ante la expectación de todos, perdió sus hojas. Con sorna, los demás árboles se dirigían a él: ¡Qué pena nos da verte ¿Acaso estás muerto?  -exclamaban-. Tus ramas secas resultan, viejas, desapacibles. Las nuestras, en cambio, siguen siendo frondosas, verdes... El árbol de hoja caduca, reservado y silencioso, resistía las heladas, protegido, no obstante, por el cálido rescoldo de la savia que le alimentaba en sus adentros.


Cuando llegó la primavera, poco a poco, comenzaron a brotarle yemas, hojas, ramas espléndidas que de un verde tierno se izaban al cielo, alargando sus brazos en frescas sombras y refugio de cuántos avecillas acudían al jardín.

Los árboles de hoja perenne lo miraban y se decían: ¿Qué milagro es éste? ¿Acaso ha resucitado de la muerte? ¿Acaso pretende darnos lecciones de hojas y ramas?

El árbol de hoja caduca, adivinando sus pensamientos, y con gran humildad, les dijo: Siento, hermanos, vuestra torpeza al juzgarme en mis aparentes horas bajas. ¿No veis cómo sale la mariposa del capullo y alza sus vuelos en irisados colores, cuando llega la primavera? Así, durante el invierno, mis hojas viejas me abandonaron, pero mi sangre siguió regando lo más profundo de mi ser. De esta manera cada año, puedo estrenar ropajes nuevos. Yo no sabría qué hacer con las mismas vestiduras que me nacieron el día de mi alumbramiento.

Como el árbol de hoja caduca, yo digo: ¡Fuera todo lo viejo e inservible! Tengo que amanecer cada día con vestiduras nuevas para celebrar el milagro de la vida.

10 oct 2010

Un beso para ti



En mi terraza. Seis de la mañana.


Una vez más, me sorprende, ¡siempre me sorprede!, la lluvia

Primero fue el viento doblando álamos y plataneros de la avenida;

después, a mi derecha, la sierra negra, rasgada por el centellear

relampagueante en tormenta que avanzaba.

Y como preludio de tal milagro, efluvios que impregnan

el ambiente de húmedos olores.


Y yo, con sabor a cálido retorno, de no sé dónde

y el alma abierta a esta magia que rocía el amanecer,

recibo la llamada de la vida, y aspiro la fragancia de cada recuerdo

que se me filtra furtivo y se torna palabra sobre esta fría pantalla

donde mis dedos escriben, dedos y manos

que saben tanto de caricias rotas,

de amores, paraísos que nunca fueron,

manos que pretenden eternizar la soledad de los momentos.


Quisiera ser naufrago del viento, enloquecido por la luz del alba,

filigrana de sueños que me lleve, lejos, ¡muy lejos de este mundo

                                                           que no es el mío!


Miro al cielo y percibo el color de la paz en esta indescriptible hora:

Sí, el amor excite; sigue el amor...

                                               ¡Llueve...! ¡Sí, ya llueve!

Y mis manos y mi rostro desafían la tormenta desde esta séptima planta,

desde esta soledad que me transmuta en cósmica y etérea.


Quiero empaparme de lluvia, como las mieses de sol en las eras.

Quiero que por mis ojos corran torrentes

que como arroyos desbordados busquen la mar inmensa

donde encontrar su destino.

Quiero que de mis labios chorreando pura ilusión y amor,

se aviente un beso y llegue, sereno y reverente, a los tuyos, amigo.

2 oct 2010

Día Internacional de las Personas Mayores

Queridos amigos:
El pasado día uno del presente mes fui invitada por una Asociación de Mayores, al fin de tener con ellos una convivencia. Se me ocurrió obsequiarlos con algún texto mío escrito expresamente para ellos. Lo titulé Padre Nuestro del Mayor.
Con respeto, por supuesto, a cualquier fe y dada la libertad que tenemos de leer o no leer aquello que nos guste o deje de gustar, lo voy a transcribir aquí porque pienso que de alguna manera recoge el espíritu de lo que, en definitiva, queremos o debemos desear todos en nuestra mayoría de edad


PADRE NUESTRO DEL MAYOR

Padre mío que estás en los cielos:
En este día, atardecer ya de mi vida, quiero pedirte el pan que más necesito como alimento. Tú que siempre me lo diste, sé generoso en esta hora y escucha mis ruegos:No permitas, Señor que los años me hagan insensible a mi realidad presente. Quiero seguir siendo canción, ilusión, beso para cada ser humano, sin que me importe el color de su piel, su nombre, su país... Sólo, sí, sólo su mirada fija en mis manos de padre, de madre, ayer, de abuelo, abuela, hoy.


Padre mío que estás en los cielos:
Quiero santificar cada hora que el reloj implacable del tiempo me vaya recordando mis achaques y deterioros.Quiero aceptar en paz la soledad y el dolor. Quiero ocultar lágrimas y repartir sonrisas.Quiero tener las manos tendidas en la dirección del amor.


Padre mío que estás en los cielos:
Venga a mí tu reino, aquel dónde yo pueda seguir siendo zahorí del jardín maravilloso del mundo... No me importa que la parcela sea pequeñita. ¡Déjame, al menos, una flor!Venga a mí tu reino, aquel dónde la injusticia no me sea indiferente, dónde la ilusión siga alumbrando este camino que me va acercando a grandes pasos a ti, al tiempo que me va alejando de mí.Venga a mí tu reino de paz, sí, la paz del deber cumplido, con fallos, con errores, con olvidos... ¡Soy humano, Señor!, la paz que, hoy, minuto a minuto, quiero crear, compartir... Quiero vivir. La paz en la que deseo morir.

Padre mío que estás en los cielos:
Hágase tu voluntad, sin que me revele, sin que me asuste, sin que te reniegue., sin que deje por ello de luchar.Líbrame, Señor, de la arrogancia, de la hipocresía, de la envidia...Líbrame del egoísmo y de caer en pesimismos y lamentos...Dame. Señor, cada día, el pan que me torne a mi realidad de hoy para que sin nostalgias, sin temores, siga construyendo, caminando...Y no permitas, Señor, que ciego a mi realidad, me proclame joven y virtuoso; tampoco viejo y necio. ¡Dame, Señor, tu pan..!Tú pan, Señor, es el bocado que necesito para que mi AMEN definitivo sea un cántico de gloria que te haga sonreír por los siglos de los siglos...