Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

3 feb 2017

RETAZOS DE MI BIOGRAFÍA

Buenos días, amigos: hace años decidí escribir mi biografía sin ánimo de publicación alguna, pero sí para que mis hijos conocieran mi verdadera historia de vida, historia de muchos y complejos conflictos- Ante todo, mi deseo no fue, ni es otro que entiendan  -creo que ya lo han entendido- que la vida  es una gran lucha en la que unos se sitúan arriba con el pie alzado para soltar pisotones, y otros, desde abajo, sufrientes que injustamente los soportan, pero no por eso, menos fuertes. De ahí la lucha, el revelarse, el ser conscientes de que no somos  cera para moldear, sino seres humanos que nacemos y morimos por igual.
Bueno, dejo la introducción y voy  a parte de un capítulo:
Valdepeñas, zona roja, una casa grande, un lagar donde se pisaba y exprimía la uva, donde el hombre de ojos amarillos, Andrés,  por no sé qué enfermedad,  repetía a voces: Antes de que termine la guerra, tenemos que ver la sangre correr como ríos por las calles.  Me recuerdo, cada mañana, junto a su hija de largas trenzas, que desayunaba  en el gran patio de acceso al lagar. Esperaba, pacientemente, que terminara, que se levantara para, con la punta de mis dedos recoger las migajas de pan pegadas al plato que dejaba abandonado  en una improvisada mesita. En mis cortos años nada entendía pero me asustaban las palabras de aquel hombre, y la calle, una gran Avenida, escenario de mis constantes miradas, por donde esperaba ver la sangre correr, al tiempo que la noticia tan esperada del final de una  guerra de la que nada sabía y el regreso de nuestro padre y a nuestra casa del pueblo que, como a ráfagas, recordaba,  a veces,  o de la que nada sabía, otras.

Mucho, mucho horror de tanta sangre, de ríos de sangre inundando de  rojo calles y plazas. Sirenas, gente que corre, que grita: ¡Los nacionales! ¡Los nacionales! Niños espantados que, con la boca abierta miran al cielo, como miraba yo aquella mañana, cuando unos milicianos me fotografiaron. ¡Qué buen cartel  para nuestra guerra!-exclamaron.Y las cuevas, aquellos agujeros tan oscuros, tan húmedos, donde mohosos candiles débilmente llameaban, donde se apiñaban barriles con olor fuerte a vino, a maderas viejas… El estallido de las bombas nos encoge, nos corta  la respiración, nos silencian… Es como un aullido que entra por los oídos y cala de horror el alma. La voz de Andrés palpita  en ecos que reverberaban en la cabeza de todos: ¡La sangre tiene que correr por las calles!   ¡No puede haber  fin sin sangre! ¡Ríos, ríos de sangre tienen que correr!

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