Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

26 oct 2011

Carta a mi primer nieto

 De esta obra

 Las calles a las cuatro de la madrugada sólo eran noche y semáforos, No obstante el solivianto propio de la hora y del evento, me precipité allí, donde tus padres, donde tú, mi pequeño y precioso niño, estabas a punto de llegar al mundo.

Medio me tiré del coche, al llegar a urgencias de maternidad en Reina Sofía. Silencio y cuatro personas dormitando por los rincones. Alguien, un celador, me detuvo, cuando, aturdida, nerviosa, quise sobrepasar la “barrera” de lo prohibido. “Ahí no se puede entrar. Espere fuera”.

Expectación en el susurrante sonido de barras fluorescentes, en el penetrante olor a medicamentos y revueltos de no sé cuántas cosas. Mis ojos se quedaron clavados en aquel cartel de “prohibido el paso”, en aquella puerta, tras la cual, tus padres, casi dos niños, transformados en responsabilidad, se debatían en dolor e ilusión, porque tú, tan deseado, tan querido... llamabas a la puerta de este mundo y, con urgencia, reclamabas ya tu lugar en él.

Desde casi mi estática postura, simultaneaba pensamientos, como si en la película retrospectiva de toda mi vida, se interpusiera la emoción del momento presente que me agitaba en un vaivén de nostalgias, de angustias, de fe, de esperanza...

No existen palabras, pequeño mío, para que pueda expresar qué sentí cuando al fin dejaste de ser inte¬rrogante para formar parte de una be¬llísima y casi mágica realidad.

¡Cómo temblaban mis brazos ante el milagro de la vida que nos arrebata seres queridos, por un lado, y nos compensa, por otro, con esa savia nueva que son los nietos, que eres tu, vida mía! Savia que nos devuelve alegría, ilusión, proyectos y un gran derroche de ternura y amor

Ayer, no conocía el color de tu pelo, ni el sonido de tu llanto, ni el tacto de tu piel... Hoy, ya estás aquí. Te puedo acunar entre mis brazos, te puedo sen¬tir en ese corazón que late al unísono del mío, cuando te aprieto junto a mi pe¬cho en un deseo de fundirte con¬migo.

¡Cuántas interrogantes acerca de tu fu¬turo me nacen y me crecen en los adentros! No obstante, te veo luz des¬tellante, estrella que has caído justo aquí en esta familia que con los brazos abiertos, desde el mimo día que supo de tu existencia, te esperaba impaciente renovando ilusiones y contando momentos.

Tú eres la vida que regresa una vez más, irisando de color cualquier punto negro de esos que aparecen y dejan sus marcas so¬bre el tapiz, aurora de cada día, que es nuestra existencia, y esta mi casa, tan solitaria y silenciosa, se eclosiona de alborozo, de entraña¬ble trasiego fami¬liar, con tu llegada a este nuestro mundo, tan conflictivo, tan apartado, cada vez más, de la in¬mensa aventura que es el vivir, y que te aguarda, pe¬queño mío, ignorando que tú sí eres acontecimiento para to¬dos los que te amamos.

Mi precioso niño, doy gracias a tus padres, a Dios, por tener la dicha de engendrarte, acariciarte, y sentir que soy la mujer más joven del mundo porque tú eres un hijo más que me ha nacido en este jardín del amor donde las semillas caídas jamás se pierden: crecen y se multiplican. Me emocionan y conmueven los acon¬tecimientos del mundo, la turbia mirada de los ancianos, la limpia mi¬rada de los pequeños, la fragancia de mis jazmines...

Sí, más que nunca, hoy, y te lo debo a ti, ternura que me sale a flor de labios y se trueca besos que quisiera entroni¬zar en suspiros del viento para que se esparcieran por todo el mundo en un glorioso e inaca¬bado aleluya

Vuelve la vida, siempre, y su retorno puede ser música para un bello poema. Vuelve el otoño, siempre.

Y me felicito, porque, una vez más, compruebo que soy algo más que un puñado de ingenuas ilusiones, mil veces rotas y recuperadas: soy, por primera vez, abuela.

Amor

A mis hijos, en especial


1
Un día ya no estaré para seguir viendo cómo corren las nubes, para seguir sintiendo cómo la vida es un ligero paso en el que, a veces perdemos y a veces ganamos, para seguir comprobando que lo único que vale la pena es el amor que damos y recibimos... No estaré pero tened la seguridad de que mis ojos descubrieron horizontes ocultos, mis oídos escucharon palabras silenciadas, mis pasos marcaron huellas inéditas, mis labios repartieron besos sin destino, mis manos, caricias olvidadas, mi corazón, latidos de amor.

2
Somos, hijos, criaturas en cuyas miradas asoma el alba; somos corazón y vida por donde fluye el maravilloso ocaso de cada atardecer. Somos himno que entona sueños, mientras tejemos el sutil relámpago que cruza el cielo y lo ilumina en blanca vorágine de altura. Somos belleza y amor. Somos, y ahí radica el milagro, solitario bosque de felicidad. Despejad horizontes y veréis que al final del camino sólo existe una verdad: el amor vivido.

3
¡Ojala, al finalizar el camino y mirar hacia atrás, podáis leer muchas historias de amor, protagonizadas por vosotros sin ser por ello los actores principales!

4
Sucede, casi siempre, que en la vida de parejas, que da más, el que más ama pero, a veces, la convivencia exige que, para equilibrarla, el que ama más, ame menos.

5
Los valores que admira el mundo tan sólo son efímero deslumbrón de una estrella fugaz que se apaga en la tierra. Pero la belleza, los valores que admira el sabio son universal armonía de la que sólo se percibe una suave brisa que deja al descubierto el corazón palpitante del hombre.

6
Vivir una historia de amor es un privilegio tal que, desde mi punto de vista, es lo único que vale la pena en este mundo, pero esa historia de amor se escribe desde muchas y variadas perspectivas. Lo importante es dar con la "letra" capaz de rellenar páginas hermosas.

7
l amor es una delicada flor que hay que abonar, regar, cuidar de las excesivas temperaturas, transplantar, si fuera preciso y, sobre todo, dejar crecer en libertad. No hay flor que resista los caprichos, que un mal día, se le ocurran a un mal jardinero.

8
El amor es un vino que sirven las vírgenes del alba, que da fuerza a las almas vigorosas y les permite alcanzar las estrellas. Cada día hay que beber de él porque, de lo contrario dejaremos secar la fuente y con ella nuestra vida se tornará desierto intransitable.

9
Las páginas escritas en amor, no hay años que puedan borrar. Doy fe de ello.

10
Cada cosa, una vez; sólo una vez. En esta casa la memoria de las cosas tiene nombre: amor. Cada cosa fue amor; cada vez fue amor. Y lo seguirá siendo. No lo olvidéis y haced de las vuestras nidales donde la ternura, el afecto, la comprensión sean la atmósfera que respiréis cada día.

11
Debe ser algo terrible vivir sin amor. No puedo imaginar un mapa genético sin que, en sus cuatro puntos cardinales, aparezca como factor por excelencia, el amor, porque sabernos amados, saber que le importamos a alguien, saber que somos objeto de atención y ternura es como un constante renacer con increíbles deseos de superar dificultades, y es una especie de trance por el cual la ilusión toma tales vuelos que en nuestras vidas parece como si se paralizara el implacable almanaque del tiempo.
12
Reivindicad amor para todos los seres humanos. Reivindicad ternura, delicadeza... humanidad... No, no se puede vivir sin amor, y lo sé porque, tras muchos canarios cantándome en la terraza, uno nuevo, recién llegado, me alegra la vida con sus trinos a todas horas. Eso es, seguro, porque me ama. ¡Claro!: Amor con amor se paga.

13
Tañen las campanas y el hombre llora; repican, y cantan. Me sitúo en la vela y pregunto: ¿Qué soy yo? ¿Qué el hombre?
Una voz que, como el trueno, rueda por cimas y valles, me responden: el hombre es la sombra de la nada, si se compara con su creador; pero el hombre es un juguete, cuya cuerda es el amor. Si por desconocimiento, egoísmo o pereza deja de activársela, sólo será un montón de chatarra, un enjambre de alimañas.

14
Si en el momento justo de mi muerte pudiera sentarme frente a este ordenador, las últimas palabras que desearía escribir serían éstas: Sólo sé que amé.

23 oct 2011

San Rafael, Arcángel de Córdoba

En el día de nuestro  Arcángel San Rafael, mi versión particular para todos mis amigos

18 oct 2011

Depresión y punto

 DIARIO CÓRDOBA / OPINIÓN   19/10/2011
ISABEL AGÜERA


¡Tengo frío! --repetía un hombre a las puertas de sus amigos--. Cómprate una manta --decía uno--. Enciende la estufa -otro-. Por andar a la intemperie --un tercero--. Un cuarto dijo: Entra, amigo, también yo tengo frío. En ese instante, los dos notaron que les subía la temperatura.
Hace nada fue el día de las Enfermedades Mentales, hablemos, pues, de la depresión, palabra tan usada que a veces nos suena a música celestial cuando alguien la menciona. Yo creo que son dos las causas fundamentales que no llevan a oídos sordos cuando alguien llama a nuestras puertas clamando: ¡Tengo frío; estoy deprimido! La primera, el confundir o desconocer el término y hacerlo sinónimo de mal humor, tristeza pasajera por avatares de la vida... La segunda, consecuencia de la primera, la falta de empatía para entender al deprimido, siendo tal vez esta la causa principal, dejando reducida nuestra ayuda a dar consejos y a tratar de convencer al deprimido de lo que debe o no debe hacer.
La depresión --y sé de ella por haberla padecido-- es una enfermedad que no solo involucra pensamientos y estados de ánimo, sino que físicamente provoca tal variedad de síntomas inexplicables que mejor se sufren en silencio. Me decía una amiga: Me noto como una dentera por todo el cuerpo y me duele hasta el respirar.
Y es cierto, la persona deprimida come, duerme, siente, piensa y se ve a si misma perdida en un callejón sin salida. El deprimido no encuentra nada que lo motive, que lo ilusione. Parece como si un halo de muerte se hubiese instalado en su alma, negándole la capacidad mínima para seguir respirando. Es como si una voz interior nos repitiera: No puedo, no puedo.
Tremenda impotencia y soledad. No existen recetas mágicas, pero eso sí, como mínimo, familiares y amigos, acompañemos, abramos las puertas de nuestra alma y tratemos de empatizar con el deprimido.







13 oct 2011

Dos minicuentos

Fatuo Escritor

Un, hombre rudo, de estudios básicos, tras jubilarse, decidió ser escritor. Se editó su primer libro,  empeñando en ello todos sus ahorros. Y dirigió, sin el menor éxito, todo su empeño en vender algunos ejemplares.

Un día se encontró con una amiga e irritado le comentó: ¡Qué torpes son los lectores! Sólo buscan forraje y letra fácil. No sé cómo haría para que se pusieran en mi piel, me leyeran y comprendieran.

Ella, escritora consumada a golpe de muchos años de vocación y dedicación, le contestó: Es muy fácil: Eres tú el que debe ponerte en su piel, leer sus vidas y comprenderlas. Tan solo así te comprenderán y leerán.






Buen Salario
Vieja y haraposa mendiga, a la que le chorreaba una repugnante saliva, entró en una cafetería.

Desde la barra, y nada más verla, un camarero le grito: ¡Fuera, fuera!, ¡Fuera de aquí! ¿Te lo tengo que repetir todos los días?

Él, todo un señor, salió al paso y echándole un brazo por encima la condujo hasta la puerta, tras comprarle bocadillo y botella de leche.

Ella exclamó: ¡Gracias, señor! Veo que todavía Dios anda por el mundo. Que Él se lo pague, hermano.

Él, todo un señor, contestó amablemente: ¡Buen pagador, hermana! Ya me lo ha pagado con sobras.. Hasta hoy era hijo único.

Era de madrugada, y yo, en soledad observaba y concluía: ¡Qué buen salario el de Dios!









4 oct 2011

La poesía, siempre encuentro




 
En el jardín lo recordaba en cada paso, en cada árbol, cuya sombra habíamos compartido, en cada mirada de horizontes y sueños perdidos.

No soportaba el peso de aquella ausencia, que me dolía en el alma, ni el vacío de aquellas florecillas que él cada día depositaba en mis manos, ni el silencio de la hora que sólo rompía el súbito y fugaz paso de trenes...

Pero él, en un soplo de palabras que aventaba el suave fresco de la mañana, me repetía: La tristeza es un muro entre dos jardines. Derríbalo y volveremos a encontrarnos.

Y, apartando la hojarasca de pensamientos negros, golpeando fuerte en el muro de los recuerdos, en un soplo de palabras que aventaba el suave fresco de la mañana, encontré respuesta:
No, no estoy sola en el jardín; he vuelto a encontrarte. Dejaste huellas en el albero de estos caminos. Sí, la poesía sigue viva en el mundo. ¡Ya, ya pongo mis pasos sobre ella! ¡Ya, ya vuelvo a caminar ligero! 

1 oct 2011

Matrimonios Renovables





La noticia corre por los medios y personalmente no digo ni que sí ni que no, pero instintivamente he buscado un artículo  de hace ya años que rememoraba mis pasos por el matrimonio.

HASTA QUE LA MUERE NOS SEPARE

Una cafetería, un velador, un vaso de café vacío, un cenicero, una colilla, un sillón con rescoldo familiar... Muchos años, casi toda una vida, de amaneceres como receptora exclusiva de unas huellas que reconozco, que me pertenecen y en las que, como un eco, se van superponiendo las mías.

Y así, a las siete de la mañana de cada día, durante un montón de años, dos vasos, dos colillas, un sillón, un rescoldo, dos vidas, dos seres humanos: mi marido y yo.

Y hoy, en esta mañana helada de enero, cuando la rutina es el único programa que me aguarda, cuando me noto perdida en una pereza insoportable, cuando ni tan siquiera una palabra de las que se pronuncian a mi alrededor me resulta nueva, la colilla y el vaso... me llevan marcha atrás, hasta situarme en aquella otra mañana de hace hoy veinte años, cuando mi casa en el pueblo era una fiesta, cuando por mi puerta salía una novia y la gente celebraba una boda: sí, la mía.

Y me veo, “sí quiero, si admito, sí otorgo”. Y mi música favorita, el aleluya de Haendel, eclosionando en mil fervores aquel compromiso de amor del que ni siquiera conocía las primicias más elementales de su inmediata trascendencia.

Y un hombre, el elegido por mí, casi por arte de magia, se convirtió en mi marido, con plenitud de derechos, con la bondad y el cariño, eso sí, a flor de piel, pero con la intolerancia y el poder marital que, como legítimo legado de todos los tiempos, le autorizaba a constituirse en dueño y señor de toda mi persona.

Pero a pesar de mis pocos años, de mi incipiente madurez, de mis principios, mamados desde la cuna y cultivados tan celosamente por mis educadores, a lo largo de mi corta juventud, dije no.

Y empezaron los problemas, las tensiones, las dificultades... Días de silencios que amenazaban con la tempestad definitiva que me devolvieran a un mundo de libertades, a un camino por donde empezar en solitario, sin más compromisos, sin más ataduras, sin más ataduras que la absoluta necesidad de sentirme, ante todo y sobre todo, persona con capacidad de decidir, de realizar un proyecto en la seguridad de que nadie, y menos un marido, me era indispensable.

Pero, cada tormenta, un nuevo intento, una nueva reconciliación... un renacer el amor fortalecido. Y vinieron los hijos, y tuvimos que aunar esfuerzos, responsabilidades, preocupaciones, y nuestros seres queridos morían, y tuvimos que compartir dolores y duelos, y un mal día, me tuve que enfrentar a un quirófano, y ante la nebulosa de la vida o la muerte, sin más ayuda, sin más poderes que mis débiles fuerzas, una rotunda decisión de perder contemplaciones: elegir, pasar, vivir...Y, al despertar, una manos apretaban las mías, un beso se entronizaba en mi frente, una cálida voz pronunciaba mi nombre: Isabel, Isabel

Y aquellas manos, aquel beso, aquella voz, fueron mi primera elección, mi primera boda, mi sí rotundo y en libertad: ”Hasta que la muerte nos separe”.

Y cada noche, cuando su corazón se estrellaba con el mío y sus sueños, que eran como él, de carne y hueso, le transportaban a un relajado y merecido descanso, yo, como en plegaria, le repitía, Duerme tranquilo. Jamás podría hacerte daño, porque te quiero, pero déjame ser a mi manera, si te interesa que viva. Permíteme “jugar” para que me mantenga a punto para cuando tú me necesites, no destruyas con tu egoísmo aquello que constituye mi singularidad y de lo que, en el fondo tú también estás enamorado. Envejeceremos juntos y nuestros restos se amontonarán como hojas secas de un mismo árbol. Ocurrirá sin remedio y yo así lo deseo.

Es fácil romper a la primera, estrenar boda, probar nuevos "platos", pizcando en todos no transigir en ser bocado para ninguno. Es verdad que hay casos insufribles donde la ruptura es un deber, pero, por lo general, y lo que parece imperar en los matrimonios más nuevos, es un rotundo no a la tolerancia, al valor de traspasar la difícil barrera de la convivencia, cuando los primeros defectos hacen su aparición como monstruos gigantes que claman ¡incompatibilidades de todo género! ¡Separación! ¡Divorcio...!

De una forma que puede parecer que hasta salta a la vista, por todo esto, he pasado yo, pasó mi marido, pero mutuamente, nos fuimos descubriendo, nos fuimos, y es totalmente cierto, enriqueciendo. Gracias a él, yo conozco el sabor, el olor, el color de muchos aspectos de la vida. ¿Qué habría sido de mí, sin su sentido práctico de las cosas? ¿Quién me habría sacado de mis profundas depresiones, si él, pacientemente, no me hubiera acompañado? ¿Quién aplaudiría mis pequeñísimos triunfos, si no hubieran estado sus manos para recogerlos...? ¿Quién podría soportar mi complicado mundo de lágrimas y sonrisas, de sueños y rarezas, de nostalgias, de reflexiones, de...?
Para mí, la fidelidad, más que una exigencia sexual del uno para con el otro, es el coraje de saber soltarse de manos, caminar en la misma dirección, pero no con los mismos ojos y en la seguridad de que cada paso, venga del que venga, deja dos huellas, dos vasos, dos colillas...