Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

23 abr 2011

Domingo de Resurrección



 Es inenarrable el sentimiento de emoción que me embarga cada año, cuando amanece el domingo de Resurrección, entre olores de azahar, celindas, lirios... flores nuevas, en definitiva, entre esta brisa que en sutil percepción reverbera desfiles procesionales, días de Pasión...
Es salgo así como si  desplegara de la tierra y me elevara  a la búsqueda de un  eterno abrazo con el universo infinito. ¡Qué paz! ¡Que amor! ¡Qué misterio! A veces casi reclamamos, exigimos pruebas a Dios para medio creer en Él, y las hay, sólo que  necesitamos elevarnos por encima de lo material para descubrirlas, porque están ahí, rodeando nuestro cuello como abrazo de apasionado amante, y están ahí, tan pegadas a nuestras vidas que ni siquiera las reconocemos. Sucede que nos cegamos en la inútil espera de  sucesos extraordinarios que podamos interpretar como llovidos del cielo y en respuestas a nuestros divinos desafíos.
Todo en torno mío duerme. Es la madrugada del domingo de Resurrección, y una especie de plegaria me escucho en los adentros. Gracias, Dios   por haberme dado capacidad de renacer en los difíciles momentos de mi vida y así poder continuar contemplando  las estrellas, la Osa mayor, aquel “carro” que papá me señalaba en las negras noches del jardín de casa. Gracias por resucitar en mí  cada mañana la capacidad de amar las mil cosas sencillas que descubro en los días.
La vida no es fácil, la vida, las más de las veces, es una pesada y punzante cuesta arriba. De ahí que cada día vayamos muriendo un poco, pero de ahí, sobre todo, que cada día tengamos que beber, sorbo a sorbo, el divino elixir del amor y  la esperanza, y resucitar, como resucita la primavera, como resucitan los pájaros cada año en sus nidos.
No quiero terminar sin transcribir unos versos de mi buen amigo R.M. Navarrete: “Quiero que existas, Dios / porque si Tú existes en algún lado /  se detendrá el reloj en la hora de siempre /  y daremos de nuevo cuerda al corazón parado.

Feliz Pacua, amigos

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