Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

25 feb 2014

Hija predilecta: Reflexiones


                     Premio C. Villa del Río        Premio Medios de Comunicación

                             Medalla de Andalucía      Académica por Villa del Río

Mucho camino recorrido, mucho conseguido, pero sigo siendo yo: la misma
y doy gracias a la vida que me ha dado tanto.


 Bueno, pues sí, mañana  me nombran hija predilecta de Villa del Río, mi pueblo. La noticia me la dieron hace días, pero desde entonces mis reflexiones no han cesado. ¿Predilecta? Según el diccionario la palabreja significa que soy preferida de manera especial y preferente sobre otras personas o cosas. ¡Madre mía! Y el caso es que todos los que se enteran dicen que me lo merezco. ¿Y qué me digo yo? Pues que me parece que sí, pero a esta sincera opinión añado: ¿y quién no se lo merece? ¡Tantas y tantas mujeres y hombres trabajadores, sufridores, luchadores, etc.! Así que me quedo, mejor, con otra definición que para mí es la válida, la que más me alegra, la que más agradezco: preferida por amor o afecto especial.
Y es que, desde aquel día de mi nacimiento en el que mis padres  deseaban, esperaban un varón que sustituyese al fallecido, yo, por mi cuenta, ya que fui querida por los mejores padres, me sentí como demás en el mundo y por consiguiente tendría que justificar mi existencia ante todo y sobre todo. Y no, no contribuyó en  nada  ni mi ámbito ni mi físico. Feúcha, tímida, silenciosa… Pasaba siempre desapercibida. Jamás la mirada larga de madre Socorro se detuvo en mí, cuando elegía alumnas para algún acto, jamás logré cantar un solo en la iglesia, a pesar de mi  preciosa voz de Irma Vila,  nunca alcance aquel arco iris de distintivos con los que se orlaban a las mejores alumnas. Tan solo, el rojo de asistencia y el verde de buen comportamiento, siempre, siempre era la última elegida en el juego de echar los pasos…
Hasta el monaguillo primero de la parroquia se me  colocaba delante con los brazos en cruz  negándome el paso, tirándome del velo y repitiendo: ¡tú no entras, nena, que eres mu fea!
¡Bueno, bueno! Después en el internado,  cómo deseaba ser la encargada de encender o apagar las velas de la capilla  o tocar la campana para decretar el principio o final de los recreos, o, sencillamente, unas palabras, una sonrisa de la directora, pero ¡nada de nada!! ¡Hasta deseaba estar ronca, tener un brazo escayolado o un pañuelo atado, a la antigua usanza, en la garganta! En fin, veces y más veces marginada, olvidada, perdida, engañada en una existencia que me empeñaba en protagonizar.
Así que hoy, ¿hija predilecta?  Creo que he conseguido mucho, mucho como me leo en mi curriculum, pero este calor, este cariño de mi pueblo, repetidamente demostrado con una calle a mi nombre, con homenaje de maestros y alumnos/as, con nombramiento de famosa por una prestigiosa Peña, con el premio de narrativa Ciudad de Villa del Río, con mis   colaboraciones a cuantos requerimientos me llegan, este cariño y este nombramiento, me compensan, y mucho, de tiempos pasados en soledad, olvido y trabajo.
Y ya está. Sigo siendo yo, ni más alta ni más baja, ni más guapa, ni más fea –creo que un poco más guapa, sí-. Sígo siendo yo; la misma.

2 comentarios:

Katiuska dijo...

No se como eras de niña ni de joven pero lo que si creo es que tu te sentías inferior a los demás, suele pasar muchas. muchas veces.Pero tu vida ha sido una vida rica en dar a los demás. y estoy segura que muchos te habrán valorado, señal de ello es tu premio que ahora recibes. Me alegro mucho, te mando un gran abrazo.

Isabel Aguera Espejo-Saavedra dijo...

Gracias, Katiusca: llevas razón que era cosa que yo percibía, pero era muy niña y muy sensible cuando, entre otras muchas cosas, la gente del pueblo constantemente repetían, refiriéndose a mi hermana inmediata superior: no parecen hermanas. Una tan guapa y graciosa y la otra tan pávida, etc. Y sobre todo, el repetidamente escuchar a familiares, que no eran conscientes del daño que me hacían: tú fuiste una equivocación; tus padres querían un niño.
En fin, cositas superadas, pero siempre dejan huellas. Fue un acto precioso. Pondré alguna foto. Y tampoco yo sé tus años, pero te aseguro que te los paso en mucho. Tengo 81. Aunque no los represente, mis fotos son siempre actuales y como dice la canción, sólo me lavo con agua clara.... Muchos besos.