Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

7 abr 2012

Resucitemos, amigos






Sí, mis queridos amigos de todos los tiempos: Hoy, como tantas veces, lejos de la ciudad, casi recluida en esta nuestra maravillosa sierra cordobesa, con la luna empeñada en seguir llena, planeando por montes y valles, por caminos solitarios, praderas ya de jaras en flor cuando la Semana Santa finiquita Pasos, saetas, inciensos..., cuando amanece este Domingo de Resurrección, quiero compartir con vosotros el monólogo que me brota, fluido e imparable, al recordaros y recordad cuánta emoción me produce cada año la celebración de este día que entre el fresco de la noche, silencio de una soledad en calma total, me trae memoria más intensa que la imagen o el timbre de miles de voces. Son mensajes profundos  que me provocan incontrolables deseos de elevarme de esta sierra, de esta tierra a la búsqueda de un eterno abrazo con el universo.

Maderas que crujen, gatos que maúllan, perros que ladran, chirriar de pozos, murmullo de hojas del laurel y del limonero… Una leve caricia noto correr por mis mejillas... ¿Lagrimas? Pueden ser, pero esta vez de emoción por haber tenido fuerzas para superar momentos difíciles. También de alegría por seguir recordando nombres, voces, palabras, gestos, mensajes, también desengaños, mentiras, dolores…

Queridos hijos, hermanos, amigos, alumnos y gente del mundo: aquí con todos vosotros en mi memoria, como ecos sonoros os levantáis potentes. Celebrad, al menos en este día, esa maravilla que somos, cuando definitivamente nos sentimos resurgir como criaturas nuevas, tras cada noche de lúgubres pesadillas, tras cada evento que nos sumerge en dolor y apatía. Celebrad y cantad conmigo un Aleluya que haga temblar rencores, olvidos, injusticias, desamores... 

¡Qué felicidad mirar al cielo y comprobar que siguen los astros, y que la Osa Mayor permanece inmutable, juguete eterno de nuestros sueños. También nosotros seguimos existiendo. ¡Saboread   el placer de una constante resurrección! Sí, fruto del diario y decidido esfuerzo de levantar la loza de tan múltiples sepulcros como a veces tratan de ahogar las ilusiones del alma.
Pero lo importante es la paz que conduce nuestra barca por las aguas tranquilas donde la fe amansa tempestades y resucita muertos.

Asistid, pues, conmigo a este maravilloso parto de la luna. Allí donde estéis mirad al cielo, levantaos, caminad, dejando atrás despojos muertos que yacen en nuestro interior.

Haciendo caminos y rompiendo silencios. Algo nos guía por los azules vientos.

El ayer ya no es hoy, y hoy, Domingo de Resurrección, nada más abrir los ojos, tuve miedo de haber perdido la memoria, pero no: sigue siendo clara y limpia Por eso os dedico esta luna y os felicito y os envío mi mejor abrazo. ¡Aleluya!

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