Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

23 jun 2010

Carta a mi hermana



A mi hermana en el día de su jubilación



Llega, al fin el día, querida hermana Estrella, de tu jubilación voluntaria, día en el que tanto has pensado y que tantas vacilaciones te ha sugerido e inquietado. Algo, sin duda tiene de mágico y maravilloso el mundo de la educación que, para maestros/as como tú, que saben descubrirlo, causa dolor abandonar.
No obstante, la ventaja que te llevo en años me autoriza para hacerte unas consideraciones en este, sin duda, gran día. De siempre he considerado el magisterio como un sacramento que imprime carácter y es por ello que tú seguirás siendo maestra mientras vivas. Allí dónde estés habrá alumnos a los que enseñar y maestros de quienes aprender. El mundo, la universal aula que todos a diario compartimos, te espera. Siempre encontrarás dónde y cómo enseñar, pero sobre todo, y a ello debes dirigir tu atención y tus esfuerzos, siempre encontrarás dónde y cómo aprender.
Tu mejor carrera está por hacer. Sí, aquella, en la que, calzando sandalias nuevas te revistas de valor para emprender caminos, proyectos, ignorados todavía por tí pero que, sin duda, la gran noria de la vida te irá guiando en un descubrir firmamentos donde prender rutilantes estrellas.
La jubilación no es un punto final, sino un punto y seguido más de los muchos que componen el mapa de nuestra existencia. Alégrate, pues, por vivir este día. No hay finiquito por los buenos maestros.
Cítara en mano clama el Rey Salmista, tras la victoria: Alabad con júbilo a Dios toda la tierra/Alzad los cánticos, las ovaciones y los salmos... Maravilloso final para una vida de luchas, cuya mejor batalla empiezas hoy. Felicidades también a tantos otros maestros/as que en estas fechas relevan la antorcha y, sin perder marcha, siguen en el tajo.



16 jun 2010

Maestros con pedigrí

(Algunas frases resultarán repetidas en este blog, pero creo que  todavía falta mucho por entender en el magisterio)

DIARIO CÓRDOBA

Un maestro/a debe dejar huellas pero con el signo de la individualidad y libertad

Se aproxima el final de curso, fechas en las que las evaluaciones comen a los profesores y hacen temblar a los alumnos. Desde mi punto de vista, y así lo he practicado siempre, es necesario que demos oportunidad a los alumnos para que ellos también evalúen nuestra gestión como profesionales.
Tal vez pueda resultarnos muy drástico el procedimiento pero yo creo que hay que afrontar la realidad y saber cómo nos ven, cómo nos sienten... Ellos y ellas son, sin duda, el mejor espejo donde mirarnos y descubrir tanto nuestros defectos como nuestras virtudes.
Hace unos años escribí para una revista portuguesa un artículo con este mismo título, maestros con pedigrí, porque, efectivamente, como para todo, se precisan cualidades naturales, raza para ejercer de forma exitosa el magisterio. No se trata tan sólo de más o menos estudios sino de ese sexto o séptimo sentido para saber, intuir el qué y el cómo actuar. En dicha revista citaba mis principios básicos para rotular en nuestro brillante título de maestros:
Un maestro jamás debe humillar a un alumno y mucho menos delante de los demás alumnos. Un maestro siempre debe prever una salida airosa para cualquier tropiezo, o excusa de los alumnos.
Un maestro jamás debe intentar hacer de los alumnos una copia de sus ideas, gustos, etc.
Un maestro debe olvidarse de la suma porque jamás un alumno más otro darán por resultado dos.
Un maestro no puede ser "sastre" de talla única porque no hay vestidura válida para dos.
Un maestro jamás debe quedarse en la superficie, anatematizando el "oleaje" sino que su mirada debe profundizar en las inmensas maravillas de los fondos.
Un maestro es, y no puedo extenderme más en este espacio, el hombre o la mujer que tolera, acompaña y, sobre todo, ama a sus alumnos sin excepciones.