Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

23 dic 2009

Dios está aquí

Sí, aquí.

En una fuerte epidemia de gripe, un amigo me aconsejaba: Cuídate. Aléjate de los griposos. Puedes contagiarte y...
Pero familiares con gripe me reclamaban para cuidar de ellos, de mis nietos, etc. En ningún momento puse el menor reparo.
Porque si algo tengo claro en esta vida es precisamente esto: No puedo vivir para cuidarme; tengo, eso sí, que cuidarme para vivir.

Mi madre, hasta la víspera de su muerte, se estuvo cuidando las manos.
Hoy lo entiendo: las manos hablan, las manos acarician, las manos son prolongación de nuestra alma.
Por eso cuido bien las mías; no quiero transmitir asperezas.
Hoy, alguien me ha dicho: Cada día estás más joven y más guapa.
¡Claro que sé que es un cumplido generoso!, pero tal vez haya algo de verdad: soy abuela, lo que equivale a volver a ser "madre".
Y las mujeres, mientras tengamos capacidad de "concebir" tenemos, por necesidad, que mantenernos jóvenes y guapas

La familia -dicen- ya no es lo que era. ¡Claro está! Ni las lavadoras tampoco, ni las comidas, ni las vestimentas... Pero las parejas se siguen amando; los hijos siguen viniendo al mundo; las cocinas siguen funcionando, y las ropas se siguen lavando… Eso sí, ya no son lo que eran, a Dios gracias.

En mi experiencia se puede elegir el vivir como estrella o como satélite.
En los años de mi infancia, yo elegía el ser una pequeña lunita que tenía que rotar y rotar alrededor de algún astro rey que sádicamente me humillaba, oprimía e insultaba.
De mayor, y aún asumiendo graves consecuencias, elegí ser estrella y, a duras penas, brillar con luz propia o, al menos, intentarlo, pero ni mucho menos para deslumbrar a los demás, sino sencillamente para ser libre.

Mis nietos son, hoy por hoy, lo mejor de mi vida, y eso me lleva a concluir en la sabiduría de un Dios que, a cada pérdida, nos repone con bienes inesperados.

Yo creo que el amor es dar, pero también recibir, porque, ¡cuánta felicidad sentimos, cuando recibimos amor! Es lo único, es lo mejor.

Y aquí.

En la puerta de una cafetería, un lotero exponía ostentosamente una gran tirada de números. La gente pasaba, se detenía, observaba y, al fin, se alejaban con su décimo en el bolsillo.
Por la ventana, yo los veía. Pensaba: Todos desean lo mismo: dinero, fortuna, suerte...
Y eso es porque no saben que ellos mismos son la mejor fortuna, la mejor suerte... Pero lignoran y por eso en vez de comprarse, se venden.

Y sobre todo, Dios está, o no está, aquí.

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