Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

29 may 2018

El señor del jardín

 Él, con sus pies torpes, sus infinitos achaques, sus noventa años, sus ojos pequeñitos,  ensombrecidos 

por impenetrables cataratas, era, porque a mí así me lo parecía, el Señor del Jardín.
Aristócrata de gestos, de palabras borradas  por un evidente párkinson, colgado de una descomunal pipa, a todas horas y por cualquier atajo del jardín, aparecía.   
Mi nada, destinataria de sus torpes reverencias, lo saludaba, mitigando así la fatiga de sus  ojos turbios, donde siempre rutilaba una lágrima, y con los míos pegados a los suyos como  único horizonte de la hora, lo escuchaba.
Sí, entre temblores, trataba de contarme su honorable pasado: tuve casa, esposa, hijos, tuve oficina, coche... -balbuceaba como si las palabras le chorrearan por unos labios fallecidos hacía tiempo-. Y entre el temblor de us manos, un ramito de flores siempre, obsequio que agradecía tanto..
Un día, el Señor del Jardín, faltó.  Era otoño. Los trenes, en trepidante zig-zag cruzaban irreverentes el silencio del jardín.   Un niño paseaba en bicicleta por el albero. El señor del jardín se fue y mis paseos se tornaron hojas secas bajo mis pies, revoleteo de papeles, despedida de pájaros emigrantes.  Alguien, al paso, exclamó: ya entregó la cuchara, señora. Unos instantes de desconcierto, de oscuridad, de vacío absoluto... mi móvil me retornaba a la vida: abuela, ¿estás sola? No, vida mía; estoy contigo
En el majestuoso tronco de una palmera escribí: ¡hola, señor del jardín!  

Y en mi alma, una vez más: ¡hasta luego, amigo!

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