Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

19 oct 2017

Mi miga Prostituta / Capítulo VII

Y sí; mi madre la recibió con cariño.  Le dio la merienda, y le regaló un vestido de los míos,  unos zapatos y libros de cuentos.
Cuando a las seis de la tarde, y mientras sin cesar y sin miedo, jugábamos,  le mostraba mis rincones favoritos en el jardín, y le descubría mis tesoros, piedrecillas de colores, pétalos de rosa en alcohol… volvieron  a doblar las campanas, y Lucrecia, que se había mostrado contenta en nuestros permitidos juegos, como paralizada repentinamente, exclamó:
-Ya se llevan a mi madre, pero el cura no quería, y mi madre era buena. Me voy corriendo; quiero darle otro beso.
Mi madre, que era también buena, la sujetó:
-Tú madre –le dijo- está ya con Dios. Lo único que puedes hacer por ella es rezar.
Y sus ojos llenos de lágrimas eran expresión viva de un a mezcla de dolor, ingenuidad y picardía.
Entre dientes, y casi a mi oído,  repetía:
-A ese hijo de puta lo mato yo un día; le pegaba a mi madre, y yo sé que se ha muerto por su culpa
Al caer la tarde, la acompañé hasta la esquina; le había prometido a mi madre que de allí no pasaría. Y vi. cómo se perdías por aquel callejón negro, de la Calle de Río, más negro que nunca, más siniestro, más solitario….Más huérfano para Lucrecia.. 
Tras la muerte de su madre, nuestra amistad se intensificó, si bien siempre en encuentros fortuitos y clandestinos. Cada día al oscurecer, cuando la gente acudía a la Iglesia al rezo del rosario, nos encontrábamos allí, en un poyete de la plaza, escondido bajo las viejas ramas de un gran naranjo. Lucrecia, con un lazo negro en la manga, parecía más abandono, más soledad. Un día me dijo: A lo mejor nos vamos a vivir a otro sitio. Mi abuela no tiene dinero ni puede ya trabajar. Dice que a lo mejor  por ahí puede ser criada o que a lo mejor nos vamos a vivir con su hermano Rogelio que tiene dinero
  

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