Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

16 sept 2012

Conversaciones con mi Ángel

Queridos amigos: Hoy, domingo, releo una de mis obras, "Conversaciones con mi Ángel" y resumo un capítulo, por si os apetece leer algo distinto, creo.
En una de estas Conversaciones pregunto a mi Ángel, acerca de la existencia de Dios.


Mi Ángel dice:
Tras ese sol maravilloso que acude fiel a su cita con los días, incierto a veces, está Dios en tu vida, un Dios que jamás te ha fallado, que siempre estará en ti, que te acompaña día y noche, en inviernos y estíos, en guerra y paz, en abundancia y escasez… Lo dice Heráclito, te lo digo yo: Dios está en tu vida como el viento que pasa y no lo ves pero lo notas en tu rostro y te da ese hálito que precisas en cada instante. Vuelve la vista atrás, querida niña, y dime. ¿Qué ves en todos y cada uno de esos tus difíciles momentos?   Vuelve la vista atrás, sin dejar de mirar hacia delante, y comprobarás que Él estaba allí y sigue estando, aquí.

Y yo le contesto:
Llevas razón, mi Ángel. Siempre, siempre he encontrado una mano que ha tirado de mí, y he encontrado huellas de pasos que no se correspondían con calzado  humano. Es cierto que mis pensamientos, conclusiones me han situado, me sitúan, al límite de un umbral, cuya frontera, se me abre en horizontes, como has dicho, de luz, paz y esperanza. Reflexiones, sí, que, como torrente de pequeñas, cosas me arrastra a una dimensión desconocida, a un mar nuevo en el que me siento una con todos y con todo, me siento como superada, crecida… ¿Me entiendes?

Y mi Ángel, exclama:
¡Cómo no te voy a entender! Ya te lo he dicho: en todos los momentos de tu vida, en esas huellas irreconocibles, Él estaba allí. Y seguirá estando y haciéndote caer en la cuenta de tu nada que se dimensiona, no obstante, cuando, como lo que eres, puedes discernir entre lo grande y lo pequeño, lo necesario, importante y trascendente, de lo superfluo, caduco y vano.

Y yo, exclamo:
¡Tengo miedo, Ángel, mucho miedo! ¿Y si no hay tal Dios? ¿Y si todo son ilustraciones que precisa mi mente? No quiero irme de este mundo, no quiero dejar de percibir los olores y sonidos de la tierra, y no quiero dejar de escribir, y no quiero… ¿Y por qué existe el dolor, la muerte? ¿Y por qué...

Mi Ángel:
¡Corta, corta que no hay quién te detenga! El Dios de verdad no está hecho a tu medida ni a la de humano alguno. El Dios de verdad ni quita ni da. Los administradores sois vosotros que nacéis con una mochila de herramientas para ello.

Y yo:
¡No sé, no sé! No quieor morir, no quiero sufrir...!

Mi Ángel:
Todo fluye, chica, y nada permanece; tampoco tú. Llegará un día que te irás. ¿Tu destino? Déjalo en manos de ese Sol que te enamora, que te habla en el idioma que es único para ti. Tu Dios de los amaneceres, de las nubes, de los jazmines… Tu Dios de los niños, de los ancianos, tu Dios que te da las buenas noches por el móvil en voz de un  amigo, que te hace ser sensible, reflexiva ante el que muere, el que llora, el que ríe…

Y yo:
Sí ese Sol, ese Dios del que me hablas, fuera todo lo que tanto deseo, ahora mismo firmaría para irme con Él. Pero, ¡hay tantas cosas que no entiendo!

Mi Ángel:
¡Claro que es, amiga mía! pero cada ser humano tiene su día de llegada y de partida, y es más para cada ser humano ese Dios tiene un rostro muy particular. Para unos, es el dinero, para otros, el poder, para muchos, el tener y tener sin preocuparse de ser… Sucede, pues, que no todos saben interpretar al único Dios que, en constantes vaivenes, se os cruza en el camino, os habla, os mira… No creas en un Dios de premios y castigos, de silencios y olvidos. No creas en un Dios, remedio de todos los males y culpable de vuestras desgracias. Ni creas en un Dios, eco de vuestra voz. Dios, desde una dimensión que no podéis ver ni entender, está, no obstante, presente, cerca y superpuesto, sobre todo, en la boca del pobre, del marginado, del que clama justicia y también, ¡cómo no!, en esas pequeñas cosas que a ti, particularmente, tanto te gustan y emocionan: el autobús de madrugada, la mujer que corre, el viejecito del jardín… Esas huellas de pasos, de las que hablas, y que, como dices no corresponden a calzado humano alguno, son de Él que va delante y detrás, a tu diestra y siniestra No lo busques en los cielos porque a esas alturas difícilmente puedes verlo, conocerlo, entenderlo…

Y yo, insistiendo:
¿Y si no existe nada?

MI ángel:
¡Uy, uy, qué cansado estoy! Me voy a la cama; buena snoches.

Y yo:
¿De qué hablaremos mañana?

Mi Ángel:
No corras tanto, chiquita. Mañana será otro día. No penséis en el mañana, que a cada día le bastan sus preocupaciones y sus penas… Sí, mañana. Ahora duerme y reposa. ¡Chao!

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