Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

20 feb 2011

Tres mini-relatos

SIEMPRE HAY QUE PROCURAR EL MAYOR GRADO DE LIBERTAD POSIBLE PARA TODOS, INCLUYENDO A LOS SALUMNOS.

Explicaba en clase la diferencia entre animales domésticos y animales salvajes. Tal vez, ingenuamente, insistía en la cuestión más elemental: Los animales salvajes son los que no pueden vivir en cautividad. Por eso no se pueden tener en casa.
Antes de  seguir una palabra más, un niño levantó la mano y exclamó:
-¡Seño, ya sé yo por qué no puedo estar encerrado ni en mi casa ni aquí en la clase: soy animal salvaje!

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Mi pobre Julián, en lugar de cartera, arrastraba siempre un viejo morralillo, rebosante de papeles.
A pesar de mis muchas estrategias, Julián permanecía desmotivado y ausente.
Un día lo sorprendí eclipsado en la suntuosa exposición de material que un compañero hacía ante los demás y que incluía bocadillo, trompo y unas pesetas.
Al día siguiente le regalé una bonita cartera con materiales para clase, incluyendo, ¡cómo no!, bocadillo, trompo y alguna que otra moneda.
Abriendo mucho los ojos y sin decir palabra sacó un cuaderno y comenzó a escribir.
Deduje, pues, que más que como maestra, mis ojos tenían que ver a los alumnos como madre o padre para ir siempre por delante de sus necesidades.

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Una pequeña me dijo un día:
-Yo lo que quiero es ser peluquera pero mi madre no quiere que la peine.
-¿Me quieres peinar a mí? –le pregunté.
-¿Tú sí quieres? ¿Y si te doy tirones? ¿Y si te mojo con el agua?
-Vamos a probar –le dije.
Y todas las tardes, cuando todos salían de clase, yo me prestaba a ser objeto de su mayor ilusión: peinar. Y sus manos suaves se deslizaban con infinita ternura por mis largos cabellos.
Y sucedió que, en poco tiempo, todos, niños y niñas, tenían vocación de peluqueros/as

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