Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

16 jul 2015

Carta a mi nieta Amalia



Más que para competir, corre siempre para llegar

Ayer me llamaste, mi querida nieta Amalia, para darme una noticia que de sobra  conocías era para mi una gran noticia: abuela –me dijiste al teléfono-, ya me he matriculado en la Escuela de Magisterio.
¡Vaya si era para mi una noticia importante! Ante todo y sobre todo porque en tu decisión no ha influido nadie, ni tan siquiera yo tan amante de esta profesión que considero de tal categoría y grandeza que, sinceramente, siempre  me he visto muy pequeña par  ostentar el título de maestra y el secreto de esta verdad que hoy te confieso lo entenderás algún día porque ser maestro es como ser  el ejemplo constante de todo para alumnos cuyas vidas pasarán por tus aulas como pajarillos que van de paso  y a los que tendrás, ante todo, que enseñar a volar en total libertad.
Aquel día de tu nacimiento, cuando tu padre, mi querido hijo Ramón, allí en el hospital, donde yo te esperaba, salió a darme la noticia de que ya habías entrado en el mundo, las emociones y pensamientos me bloquearon de tal manera que un fuerte nudo atenazó mi garganta, y recuerdo, que pedí a a Dios, en ese momento, que cuidara de ti, que te ayudara siempre, que no te dejara jamás.

Te he visto crecer, superando problemas,  y siempre con voluntad y esfuerzo. Delante de mí aquella fotografía de la maratón, en la que, a pesar de un dolorcillo en la rodilla, llegaste a la meta. No te importó ser la última, sino llegar. ¡Qué ejemplo de superación y esfuerzo!
Alguien, estos días, ante tu excelente nota de selectividad, te repetía: puedes escoger mejor carrera, pero con gran gozo por mi parte, te oía repetir: yo quiero ser maestra.
Y  serás, mi preciosa Amalia,  una excelente maestra porque, entre otras razones, lo llevas en los genes: bisabuelo. tíos, abuela… Pero hoy, con la emoción a flor de piel, quiero decirte algo que no debes olvidar jamás:
Que no pase ni un día sin mirar a los ojos a cada uno de tus alumnos, ni un día sin oír  su voz, ni un día sin dirigirle unas palabras, ni un día  sin hacerles sentir especiales, ni un día, sin provocarle una sonrisa, ni un día dejar que se marchen tristes o humillados. Ni un día sin que se sientas queridos por ti e ilusionados por la escuela, ni un día sin entender lo mucho que puedes aprender de todos y cada uno.
No olvides nunca que la mejor enseñanza que podrás trasmitirle será aquella que tú vivas con autenticidad, con sencillez, con amor.
Y no olvides que la felicidad que tú puedas propiciarle, tal vez sea la mejor, la única que los salve de las muchas contrariedades del futuro, pero sobre todo, no intentes que sean  a tu imagen y semejanza, sino que crezca en ellos  las personas que son libres, autónomas, portadoras de grandes valores que descubrirás y potenciaras desde la observación y creatividad.
Y en fin, mi querida nieta, en mis obras podrás encontrar  gran parte de lo que pienso sobre esta maravillosa profesión a la que aspiras y sientes orgullosa por esa matriculación que hoy me comunicabas.
Te quiere muchísimo esta abuela que ha sido maestra desde que le salieron los dientes y  que quiere seguir siéndolo por el resto de su vida.

 

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