18 dic 2016

Rosa sin espimas

No era ni refinado, ni culto, ni poderoso. Era, un  trabajador de la construcción, hombre sencillo que, tras larga y penosa  carrera de obstáculos, me esperaba pacientemente, con la sonrisa a flor de gesto, con una mirada penetrante y serena, en lo más alto de la sierra donde habíamos quedadopara  presupuestar una pequeña obra.
 Circunstancias, ajenas a mi voluntad, me retrasé casi dos horas, Llegué angustiada, pidiendo excusas.         
Él, hombre de manos grandes, hechas a trabajos duros, mediando tan sólo una sonrisa, al verme, se apresuró a mi  encuentro, exclamando: no pasa nada, mujer. Aquí se respira bien y me  entretuve en buscarle una rosa: la mejor rosa encontrada. Cójala sin miedo. Le he quitado las espinas.  
Inmensamente agradecida, le correspondí con palabras del poeta sin sonido: la flor que amas no te hará daño, porque en mi ofrenda, no ha lugar el escozor de las espinas.
Burdo,  hecho a duros trabajos, era, no obstante, belleza, ternura, amor materializados en aquella rosa sin espinas Se llamaba Juan. No sabía nada de poesía.


                                  La vida es como una rosa: hermosa, pero con espinas.
                                   Tratemos de quitar aquellas que vayamos a "regalar"

No hay comentarios:

Publicar un comentario