22 nov 2008

MUERTE


Nadie está exento de morir. Luego, todos, sonámbulos de una corta noche, caminamos hacia la meta en contracciones de parto. Pero, a medida que nos acercamos al útero serán más duros los dolores y más lenta la agonía. No obstante hay que llegar a la nueva luz con la cabeza alta y las manos llenas. Sólo así podremos entregarnos a ella en paz.

Mientras vivimos caminamos hacia la muerte, pero ni debe­mos vivirla como obsesiva realidad, ni olvidarnos de ella, hasta el punto de que nos sor­prenda en el camino.

La muerte es algo que no debe­mos temer -A. Machado- por­que, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos.

La sombra de la muerte, desde el mismo día de nuestro nacimiento, nos reclama, y la queremos ahuyentar buscando esa imposible supervivencia que, ingenuamente creemos está en un destacar más allá de lo que humanamente nos es posible, pero no hay tal. Sólo sobreviviremos a ella con nuestras buenas obras porque ellas serán como pequeñas huellas de luz que sigan celebrando nuestro paso por la vida.

Despiertos, y sin cesar en la lucha, esperad que, cuando se ponga el sol, vuestro cuerpo caiga majestuoso a la tierra, como caen los árboles gigantes al golpe del talador.
Mejor morir que supervivir a cualquier precio. Sólo hay vida y muerte.
La supervivencia es una lenta y dolorosa agonía.

Si la muerte de un ser querido os produce dolor, angustia, depresión… perdeos en el silencio y soledad de la naturaleza. Oiréis, seguro, la voz viva del ser perdido que os habla, y sus palabras os harán caer en la cuenta de que sigue vivo dentro de vosotros. No, no hay muerte total; sólo separación.

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