Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

30 nov 2015

Espacios para la paz

DIARIO CÓRDOBA/ OPINIÓN
 01/12/2015
Isabel Afgüera

Otra ramita de la sierra, donde uno se siente, 
abrazado por la madre  naturaleza, nada infinita


La paz --explicaba a mis nietos-- no es bandera blanca en campo de batalla, ni es rendirse ante el enemigo, tampoco una palabra que esperemos les toque lograr a otros y nos llegue a nosotros como  bendición del cielo. La paz es tener el coraje de ganar esas batallitas a las que la vida nos va enfrentando cada día con nosotros mismos y con los demás. 
Es cierto que la paz mundial corresponde a los magnates del mundo, y hoy día lo vemos y lo oímos en todos los medios. No obstante, los hombres --I. Newton-- construimos demasiados muros y no suficientes puentes. Y basta reflexionar unos instantes para comprobar que esto es así. Foros, debates, tertulias y hasta en las colas del supermercado, la liamos por la menor cosa, y no digamos entre parejas, hijos, amigos, futboleros etcétera. Nos toca a todos y cada uno crear espacios de paz, partiendo de que todos somos personas y no ideas, ni fans de unos o de otros, ni competidores de estadio alguno y sobre todo, no creyéndonos en posesión de la verdad, descalificando, insultando e incluso agrediendo al que opina lo contrario. 
Pequeños espacios de paz que no serán tales si no van acompañados de equidad, justicia, solidaridad, respeto, libertad... La paz, este bien hoy tan anhelado, mas que ganarlo en campos de batalla, hay que prevenirlo. Es decir, la mejor forma de ganar una guerra es evitarla, algo que no sucede por mero deseo, sino que como acontece en todas aquellas cosas que suponen bienes y valores para la humanidad, hay que promover espacios que favorezcan una cultura de paz en todos los ámbitos, espacios que eduquen con fines personales y sociales, espacios de convivencia en respeto y fraternidad. 
Y yo digo como P. Neruda: No no vengo a resolver nada. Yo vine aquí para cantar y para que cantes conmigo.


29 nov 2015

Cartas al viento 2

 Siempre quedan ecos            

 Colores del otoño en la sierra cordobesa qu etú un día, conociste
Anochece en la sierra, querido amigo Javier: Un vientecillo agita las ramas de los pinos, mientras el sol, como mariposa de mil colores, pliega sus alas por entre las montañas de jaras y encinas. Una especie de latido conmueve las entrañas del lugar. Por unos instantes, la naturaleza se torna expectación: pájaros que vuelan, media luna blanca que  empieza a dibujarse en el cielo; secretos que emergen de los profundos abismos al conjuro de la noche; sombras que se extienden solemnes en la estampa viva de esta hora, donde yo, nada, acallo recuerdos y sólo tengo voz para  la nostalgia. Paso tras paso por el camino de polvo, transito sin más compañía que el sol poniente. Sol que muere allá en el horizonte de pinos redondos, mientras la luna, ya  rutilante, va siguiendo mi  rastro que busca el yermo negro, garganta que pondrá voz  a este embrujo que ha enmudecido, con el último rayo verde, las alegrías, los colores, la música... de esta fuente viva que es el pozo,  y el chirriar de cancelas, y el volar de palomos y tus pasos, tus palabras por este camino, susurros ya pasados.
"¡Ecooo...! ¡Ecooo..!" - estalla, por fin mi garganta, allanando la morada del silencio, del viento...  de los sueños -. Y el yermo, monstruo bueno, extiende sus brazos a mi tímida voz, que cada vez más coronada por la luna, se crece, clamando  "¡Ecooo...! ¡Ecooo...! 
Y por entre  montes, riachuelos, horizontes, hojas dormidas... el yermo,  como un beso que estallara en mil rutilantes destellos, canta mis palabras al viento: "¡Ecooo..! ¡Ecooo..!"  - repite en sinfonía  con esta sierra virgen, nido de alimañas y bandoleros. ¡Ya no estoy sola! ¡Tengo eco! Sí, un rastro irisa de luz el camino de retorno; las huellas de la amistad me devuelven la felicidad por las cosas soñadas que se hicieron realidad por la magia de un repente y en un repente sin nombre se esfumaron para siempre.
Pero me  queda, amigo Javier, el eco de palabras  pronunciadas en el amor de los instantes, siempre queda el rescoldo de sentires compartidos en la paz de los momentos, siempre queda, alada,  vigorosa, como un bello sueño, la imagen del efímero caminante con una sentida canción: “hombre pequeñito, déjame volar..”¡Sí, yo pequeñita, te dejo volar!


28 nov 2015

Cartas al viento I

Córdoba 29 de noviembre de 2016
 Cartas al viento

(Se trata de una obra en la que cada carta tiene un supuesto destinatario, alguien que de alguna manera pasó por mi vida pero que hoy no tiene mejor destino que mis amigos/as  del mundo)

Hola, Manuel: he madrugado, y ya sabes dónde voy: a vivir. Te cuento algo que me sucedió hace algunos veranos, algo que esta noche vuelve a mí y comparto contigo.
Fresco, como el ramo de jazmines que “Rozarillo” colocó en mi pelo, conservo el bonito recuerdo de aquella gitanilla que se cruzó en mi vida un atardecer de verano hace ya... ¡años! Casi anochecía. Resultaba bochornoso, e irrespirable, el vaho calentón que exhalaba el asfalto recién regado de aquella terraza de barrio donde la gente se apiñaba haciendo acopio de sillas y mesas. Desde mi posición, observaba las peripecias que una pequeña niña gitana, no más de nueve años que, con una canastilla  de ramos de jazmines,    de mesa en mesa, sorteando dificultades, ofrecía.  Con toda mi alma, deseaba que llegara a mí. La sentía crecer en mis deseos: necesitaba tenerla cerca, hablarle, comprarle un ramo de jazmines. Cuando al fin, desenvuelta, con una chispa en la mirada, la tuve a mi alcance, una especie de reverente admiración, me llevó a contemplarla con el estupor y  sorpresa que se goza ante una obra de arte. Sus ojos verdes como las olivas parecían dos estrellas sostenidas en vilo por un soplo de viento; su boca era la más fina pintura de un beso; su pelo negro ensortijado, cayendo desmelenado por los hombros, sus pies descalzos, aquella piel negra como barnizada de soles y caminos, todo en ella hablaba de una historia distinta, de una precocidad hecha carne entre trigales y noches de cielos estrellados, entre caminos de polvo,  amasados con palmas y bailoteos...
Hasta mi mesa llegó en  medio de reproches de la gente. Te compro una moña –le dije-.¿Te la pongo, “zo” guapa que eres mu graciosa y mu buena? Me la colocó en la cabeza, al punto que una voz la arrancó de mi lado: ¡Venga, Morena, deja ya la casquera!
En medio de la bulla se me  perdió para siempre. Aquella noche, hasta muy tarde, acaricié la moña de jazmines que la gitanilla colocó en mi pelo. Y esta noche de desastres en el mundo, yo aprieto contra mi pecho, un solo jazmín,   llamado paz y me noto "güena, guapa, graciosa"... Un poco menos paya; un poco más gitana.

Tal vez, amigo Manuel, nos  falten intemperies, caminos estrellados, soles... porque, en medio de tanta técnica y consumo, es fácil olvidar el encanto, la frescura, la gracia, la inocencia que puede transmitirnos una vulgar niña gitana.

26 nov 2015

Somos lo mejor que tenemos

 Hay días, amigos, que uno, sin saber, o sin querer saber el por qué, se viene abajo. Ayer recurrí a una de mis obras en uno de esos momentos. Encontré el cometario que me hizo el fallecido y muy querido amigo Cristóbal Álvarez. Lo voy a resumir, por varias razones, pero la principal, para hacerlo más breve y directo, y lo transcribo porque todos tenemos momentos, días que buscamos ayuda en los demás olvidándonos de que la podemos encontrar en nosotros mismos.


Tenemos que esperar menos de los demás y más de nosotros mismos

UN NUEVO LIBRO DE ISABEL AGÜERA  -  ( Cristóbal Vega Álvarez )
Hablando de la producción literaria de I. Agüera, alguien confundió la producción con la publicación. Es imposible escribir cuatro libros por año, pero sí es posible la publicación como es el caso de esta prolifera escritora, cuya biblioteca inédita es incalculable.`
Conocemos a Isabel Agüera no sólo por la belleza e intensidad de sus numerosas obras, sino por algo que supera lo puramente literario. 
Son ya muchos los años que empezó a hacérsenos familiar su nombre a través de las columnas semanales que lleva en el Diario CÓRDOBA, y  otros, y que nos sigue seduciendo por la difícil sencillez de su expresión, por el estilo coloquial que le caracteriza y por la peculiar destreza con que orienta sus propósitos para que lleguen correctamente a los corazones sin que previamente se detengan ante la “censura”, siempre rigurosa, del mecanismo cerebral. 
Y es que I. Agüera - tan polifacética - , tan pertinaz en la exquisita selección de sus temas, es, ante todo, pedagoga de la vida. Sus constantes  y enternecedoras palabras la definen. Así es su alma, sin mácula.
En este nuevo libro, “SOMOS LO MEJOR QUE TENEMOS”, Isabel Agüera nos recuerda que en lo más recóndito del ser humano existe un valiosísimo e incalculable tesoro de posibilidades. Nos cuenta desde la experiencia personal que no hay poder superior a ese poder que el propio individuo genera, y que todo consiste en administrar y orientar correctamente las direcciones de nuestro “mundo interior” . Isabel Agüera insiste una y otra vez en que valemos mucho más de lo que suponemos. Que el ser humano está dotado de una fuerza tan prodigiosa que escapa a sus propias conjeturas, y que si conseguimos desentrañarla hasta  superar los límites secretos de ese oculto  resorte, habremos aprendido  a conocernos, que, según opinaba don Miguel de Cervantes, es el más difícil de los conocimientos.
Unos versos como resumen:
Vivir es la ILUSIÓN. No en la APATÍA / Desterrar de las almas el  RENCOR... / Y poner ESPERANZA y ALEGRÍA / donde una inexplicable felonía / puso ODIO en los sitiales del AMOR

(¡Qué buen amigo era y cuánto lo recordaré siempre)


Esta obra, editada por Desclée, obra desde mi punto de vista muy sencilla, basada en experiencia personales, ha sido una de las que más satisfacciones me ha dado, en el sentido de que, incontables, las manifestaciones, hasta de lejanos países, que me han llegado contándome cuánto bien los había hecho su lectura. Y no digo esto como publicidad porque ni tan siquiera sé si está agotada, sino porque sigo creyendo cada vez más y mejor, que debemos esperar menos de los demás y más de nosotros mismos.

24 nov 2015

RELATO: CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO

Hoy, amigos es el Día Internacional   contra la Violencia de Género, una lastra que duele en el alma. Maltratar a una mujer es una infamia y una cobardía. 
Tremendas circunstancias de mi vida, me llevaron, como acompañante, a compartir habitación en un hospital. Fui testigo de un hecho que resumo en un breve relato
DOS HOMBRES
Uno, operado de estómago, malhumorado, se quejaba día y noche, protestaba, exigía, insultaba a ella, su mujer, discreta, humilde, pasada de carnes  y años que sin rechistar lo atendía, mimaba, soportaba en silencio: lenta, torpe, no sabes, no entiendes, no vales, te duermes, so trato…! ¡Solo piensas en ti! –repetía-. ¿Qué será de ti, si te falto?
Una noche, ella sufrió un desmayo. Se la llevaron con urgencia. Poco después, un profesional informaba: Su mujer está muy grave. Dice que usted sabía que le quedaba poco, que el cáncer la tenía invadida, que estaba en fase terminal…
Él, mascullando sonidos ininteligibles, sin apear un incontrolable y huraño desabrido, dice al fin: ¡Claro que lo sabía! Pero, ¿quién me cuida a mí ahora? ¡Valiente egoísta!

Y yo lo escuchaba, y lo miraba y para mis adentros decía: ¿qué será de ti sin ella?. Mi marido, también en fase terminal, escuchaba. Me cogió la mano y dándome un beso, exclamó:  no sufras. Echa la cortina y trata de dormir un rato; estoy bien.
Estas hojas sin color, mi pequeño homenaje y mi gran reivindicación de lucha contra esta violencia que, sin piedad, mata a mujeres cada día.