Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

30 abr 2015

A la memoria de mi marido: Tú y yo

  Hoy, treinta de abril, por muchos años que se repita esta fecha, nunca será para mí un día cualquiera. Por eso, nuevo paréntesis y comparto con vosotros un bello recuerdo, un aniversario.
Han pasado veinticinco años y me parece que fue ayer.. Mis ojos, nubes  preñadas que de lágrimas regaron caminos, vuelven a ser borrasca hoy de nostalgias y recuerdos. Aquel pueblo de nuestro encuentro, las tormentas, los paraguas, los charcos, las goteras... Tú y yo, pobres de todo; tú y yo, ricos en  amor; tú y yo, dichosos con nuestra nada, vivíamos en plenitud la lluvia en los otoños, y los trigueros en las primaveras, y las espigas y las eras en los veranos...
Tú y yo hicimos de nuestras vidas tal aleluya que,  tras veinticinco años ya de aquel adiós sin retorno, puedo escucharte, puedo verte superpuesto  en el cuadro vivo de los días.
Sí, yo sé que eres tú, sonrisa que me mira y eres tú, lluvia limpia aire fresco que cala mi alma esta madrugada,  y eres tú, nostalgia  en las flores marchitas de un ayer que es hoy en el almanaque de mi alma.
Y tú eres yo, poema de amor escrito en el cálido aliento de los instantes que me nacen, que me palpitan, que me llevan... no sé a dónde, pero es tu amor lo que respiro, y es tu amor  el que me llama, y es amor... ¡si, si, amor! lo que me ríe y me llora.
Amor palabra izada de bandera en el cuadro vivo de cada día  donde superpuesto yo te descubro. Tu recuerdo, sigue siendo  flujo y reflujo en lugares, palabras, silencios...   Tu recuerdo no es un ayer muerto en la precoz hora de azahares y jazmines.  ni es aquel beso postrero que dibujó en mis mejillas  el blanco pañuelo de tus labios en el terminal suspiro que exhaló tu alma. 
Tu recuerdo es... sí,  realidad de unos hijos buenos,  y es   mirada rutilante que son los ojos ingenuos de nuestros nietos. 
Y tu recuerdo es la hoja que  cae, y el tren que pasa, y  es el arrullo  eterno de   alboradas y crepúsculos,  y es el viento que agita mi cortina cuando sola te presiento en este aliento de vida que palpita  cálido junto a mí.


Ven, amor, a este silencio
de monte y viento.

Ven, aquí, junto al pozo,
bajo el árbol grande
que fue semilla en tus manos.

Ven, que yo, niña obediente,
te vengo a buscar,
porque tú, ¿lo recuerdas?,
mil veces, me lo ordenaste:

Cuando me vaya, justo allí, volveré.
En el pozo, bajo el árbol,

Espérame

29 abr 2015

Álbum de recuerdos 7

Las limpiezas en la aldea, y casa por casa, eran como un rito que conllevaba fechas especiales como las festivas pero que  formaba parte del guión de vida y cada tiempo no muy espaciado se repetían  Me llamaba la atención con el rigor que aquellas faenas se llevaban a cabo y que incluían  limpiezas hasta en los graneros de las casas.
Aquí los otoños, los inviernos son largos y fríos, me dicen, como queriendo culpar al tiempo que, con sus días cortos y sus noches largas, recoge a la gente temprano al calor de los braseros, de las chimeneas y de los pucheros, que en este tiempo se comen por la noche, con mucho pan, cebollitas en vinagre y navaja en mano.
Al atardecer, es bonito oír el chasquido de las herraduras de  cuatro burros  y que suenan como un lamento en el silencio de la aldea, y las voces de los arrieros que regresan de no sé dónde pero  ansiosos de calentar sus gargantas frías y secas con unos “medios” en la taberna del Purga. A pesar de los malos augurios, se me antoja corto el otoño, primero y el invierno, después. Me acostumbro a ver las calles vacías, los charcos, el barro, el humo denso de las chimeneas, el color plomizo de la aldea..., y la escuela, aquel ancestral recinto que encontré   a la que se le notan en las paredes blanqueadas los nudos de los pesebres, larga y estrecha, con una bola del mundo partida en cuatro pedazos, con un mapa de España de hule, cuarteado en trocitos, que parece un puzle; con una alhacena cena llena de librotes antiguos y roídos por los ratones, con mesitas astilladas y llenas de estrías donde los niños se sientan de dos y hasta de tres en tres. 
Aquella escuela, mi primera escuela, cuando todavía soy casi una niña, es el lugar más alegre y más vivo de la aldea. Allí, a pesar de la lluvia y  del frío, hay calor de vidas en flor, hay risas, canciones..., voces de niños que representan la mayor riqueza, el único resquicio de vida que cada día, a las entradas y salidas, moviliza a la gente, y alrededor de cuyas horas gira todo lo que hay que hacer en las casas.
No obstante, mi salud se quebranta, como creo  haber dicho ya, dadas las comidas  que, por necesidad y obligación se hacen  en la aldea a base de  productos todos procedentes de la matanza de cerdo, si bien de vez en cuando, le toca el turno a algún conejo o gallo. En una ocasión me puse tan mal que un fuerte dolor me obligaba a estar en la cama. Y recuerdo con inmenso cariño el desvelo de todos, comenzando por don José que en moto iba y venía a Fuente Palmera a consultar con el médico y a traerme medicinas, pero lo más entrañable fue la vigilancia que voluntariamente se instaló desde la puerta de la calle hasta el dormitorio.
No llegó la sangre al rió y en unos día sestaba bien, pero sigo agradeciendo a tan buena gente, a mis alumnas y al fallecido don José cómo me cuidaron. Aquello tenía el mejor de los nombres y apellidos: amor y complicidad.

Mi querida gente de Fuente Carreteros: muchos ya no están para  dar fe de lo que cuento; otros, posiblemente no se acuerden, pero,  mientras mi memoria esté fresca, como lo está al día de hoy, quiero ser testimonio vivo de cómo fue y de cómo se vivió otra historia.





28 abr 2015

La caída de Goliat

Amigos/as: buenos días.
Hoy hago paréntesis y os transcribo mi artículo de Diario Córdoba.  

DIARIO CÓRDOBA/OPINIÓN
28/4/2015
Tras contar a los alumnos la historia de David y Goliat, una niña me preguntaba: ¿y por qué era gigante? ¿y por qué era malo? ¿y por qué lo mataron? ¿y por qué sus amigos no lo defendieron?
Hoy, cuando el escándalo Rato copa medios, corros y corrillos, las preguntas de aquella niña me crecen y se me multiplican. No creo que alguien pueda interpretar este artículo ni de político, ni mucho menos como justificación de un delito, pero dadas por descontadas estas obviedades, quiero hacer en voz alta una reflexión acerca de tan lógicas interrogantes: ¿quién le dio a este señor tanto poder y no lo vigiló? ¿Y por qué hoy lo abandonan sus amigos e incluso hacen leña, astillas de este Goliat caído?
Preguntas muchas que, por supuesto, casi todos podemos contestarnos e incluso condenar al fuego eterno, pero hay algo que sí me toca las fibras más sensibles: soy hombre, mujer y nada humano me es ajeno ni por bueno ni por malo. Hay una frase de un escritor mexicano que dice: Cada ser humano es un ritmo propio en el universo, frase que viene a decir otra que me resulta increíblemente bella: Cada uno de los átomos de carbono que componen el cuerpo de las personas y el nuestro se formó en el corazón de una estrella.
No puedo afirmar ni negar lo que puede haber de cierto o de poético en esto, pero realmente me siento hermanada con cada pequeña estrella que luce en el universo.

Y es por ello que no me alegro, ni brindo con champán con las desgracias de alguien y las súper repetidas imágenes de este señor, llamando en el portero de su casa, rodeado, acosado, insultado, humillado... me emocionan y sé qué difícil puede ser entenderme. 
Todo delincuente merece un juicio y una condena ejemplarizante, pero todo delincuente sigue siendo un ser humano, una tal vez muy pequeña estrella. que podemos apagar definitivamente en ese universo de todos, con nuestros impulsos ciegos de odio y deseo de venganza. 
Sí, yo también odio el delito pero compadezco al delincuente.

27 abr 2015

Álbum de Recuerdos 6

Buenos días, amigos/as: Sigo con mis recuerdos de aquel querido pueblo, hoy, Fuente Carreteros.


Rodeada de tantos y buenos amigos, aquel pasado día de agosto, con la plaza convertida en mágico escenario, me impactó como nunca hubiera imaginado.

A finales de septiembre comenzaron las típicas tormentas en aquellos años. ¡Cómo recuerdo una noche, en la casa de don José y tras terminar el rosario en la iglesia! Se fue la luz, y la plaza era una techumbre de culebrillas que se traducían en grandes truenos. 
Del bar del “Mosca”, salían corriendo los cuatro hombres que por allí quedaban. Las casas se iban cerrando. Se levantó tanto viento que las campanas se removían imprimiendo a la noche una nota de terror. Doña Carmen -madre de don José que pasaba temporadas allí- rezaba el trisagio a la luz de una mariposa de aceite, y don José salía y entraba, preocupado por aquella gran tormenta que en unos minutos se tornó tal granizada que se oía golpear tejados y cristales. 

De pronto se abrió la puerta y apareció Juanele, un hombre-niño, dada su discapacidad psíquica, chorreando y con la camisa por la cabeza. Apenas hablaba pero sus constantes servicios lo hacían querido y respetado por todos. Doña Carmen al verlo, exclamó: ¿pero dónde vas con la noche que hace? ¡Pasa, pasa y siéntate! ¿Te sucede algo? ¿Buscabas a alguien? Y aquel hombre niño, alto delgado, de ojos inexpresivos y de grandes silencios, balbuceo de mala forma. como era habitual en su pobre vocabulario: busco a la maestra. No está en lo de Carmelita. Es mu apañá.
¡Cómo puedo olvidarme de Fuente Carreteros! Creo que nunca, en la vida, nadie me ha buscado con más cariño e interés que aquel hombre de gran corazón y mente chiquita. 
La tormenta pasó, y la plaza, de nuevo, escenario de mayores y pequeños, eclosión de comentarios y miedos reprimidos. 
Don José y un municipal desacataban la alcantarillo única de la plaza. Los niños saltaban charcos y hacían bancos de papel. El cielo se fue despejando. La aldea, una gran laguna. El olor a tierra mojada se expandía como preludio del otoño que llamaba a las puertas, y yo creo que lloraba por dentro: era la emoción de tantos y grandes momentos de vivencias compartidas, y era Jaunele, y era la tormenta que para siempre recordaré cada vez que por el cielo asome una nube, y era mi vida un puñado de inquietudes, deseos e interrogantes.
Rodeada de tantos y buenos amigos, aquel pasado día de agosto, con la plaza convertida en mágico escenario, me impactó como nunca hubiera imaginado.