Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

18 ene 2015

Árboles: prosa poética




DECIDME algo, árboles silenciosos! Quiero entender vuestro lenguaje. Quiero comunicarme con vosotros, mis amigos. 
Tal vez vuestra voz sea este murmullo de aire fresco que corre por vuestras alturas  y tanto me reconforta.
Tal vez vuestra voz sea la bravura de estos leñosos troncos que me sirven de apoyo en mis fatigas.
Tal vez vuestra voz sea el silencio que hace posible la transparencia de vientos, pájaros, hojas,  pasos…
Tal vez vuestra voz sea la mía. ¡Quién sabe! 
¡Gracias, árboles amigos! No profanaré vuestra voz de silencios; dejaré, eso sí,  que  otras voces se hagan  sonidos en el jardín de mi vida. 
¿Me entendéis? Yo creo que sí.
Siempre en mi vida árboles, y yo notando por mis pulsos el estribillo alborozado de su savia virgen, alimentando con su mejor néctar el manantial hirviente de mi sangre.
Siempre árboles en mi vida, y yo queriendo acariciar su misterio, siempre.
Campanas catedralicias, murmullos de rezos conventuales, tejados que chorrean en callejuelas empedradas, ayes que agita el viento, y yo que me repito: es el jardín, son los árboles, es el silencio, es la vida…

12 ene 2015

Carta a una amiga deprimida

No te asustes, amiga. Tan solo es una pasajera tormenta. Asómate a la ventana

 y contémplala; también tiene belleza. Verás que pronto sale el sol.


 DIARIO CÓRDOBA/OPINIÓN
 13/1/ 2015 
 Entre aquel que en un combate derrota a un millón de hombres y el que vence uno sólo, a sí mismo, este es el que logra mayor victoria. ¿Que te parece, amiga que confiabas en mí y me contabas tu gran depresión? 
Sentirse deprimido es una reacción natural al estrés, los cambios, a los golpes de la vida. El síntoma más grave, la enorme impotencia que el deprimido siente. La función humana es obrar y querer, porque los músculos gobiernan la acción, y el sistema nervioso provoca automáticamente el acto volitivo. Pero hace falta que ambos estén en buen estado, ya que de lo contrario se produce el desequilibrio, la enfermedad. 
Lo profesionales, los medicamentos, la  familia pueden constituir una gran ayuda pero salir de una depresión es, ante todo, un titánico esfuerzo personal que debe empezar por tomar conciencia de si mimo, esfuerzo que, por otra parte exige un mínimo de capacidad de análisis, algo que se obnubila totalmente, de forma que los primeros pasos habrá que darlos de manos de la medicina. 
No obstante creo por experiencia que, en más ocasiones de las que pensamos, no está la solución en los medicamentos sino en buscar por nuestros propios medios dónde y cómo se malcolocaron los prismas que deforman nuestra realidad y cuáles las causas que los desenfocaron. Hay que cerrar las puertas a los primeros síntomas, hay que cambiar el “no puedo” por el “sí puedo”, hay que tratar de ser conscientes de que sufrimos un mal pasajero, y dar, como mínimo, un paso, tan sólo un paso que puede dar lugar a una suma indefinida de ellos que nos devolverán el sentido y  la alegría del vivir, aprendiendo a manejar el complicado arte de controlar nuestras emociones. 
Mírate al espejo, amiga, desencaja el rostro, sonríe, sal a la calle, respira hondo, mira al cielo, oye a la gente, huele las flores, descubre soledades, lágrimas, sonrisas…  ¡Si hay luz! ¡Vive!     


11 ene 2015

QUE SE MUERA LA GUERRA. CARTA Nº 2


Buenos días,amigos: Sigo un poco más con esta novela que, como recordarás, nació al escuchar una conversación en la cafetería. La primera carta no fue demasiado complicado el escribirla, pero siempre recuerdo las palabras de un amigo: Una novela casi todos la empezamos, pero casi ninguno la terminamos. Yo me propuse terminarla, pero, ¿cómo seguir? -me pregunté-. Ponte en la piel de una adolescente -me contesté- y escribe sencillamente lo que te salga. Y así lo hice. Así que aquí está la continuación de aquella chica que buscó un mapa de carreteras para saber por dónde estaba Irac,el Golfo, etc.
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¿Te imaginas mi despiste, Javi? ¡Un mapa de carreteras para buscar ese lugar de la guerra! Si se entera mi profesora de Sociales, seguro que me suspende para los restos, y con razón. Y es que un libro de mapas es para mí... ¿cómo te explicaría yo? ¡La cosa más horrible del mundo! Nombres y más nombres, tan diminutos que... ¡ni con lupa! El caso es que no tuve más remedio que liarme la manta a la cabeza y buscar y rebuscar en un atlas que me regalaron para la Primera Comunión y que lo guardaba nuevecito, con el plástico y todo, como el primer día.
Y, a todo esto, no te he dicho que me llamo Zoraya, aunque los amigos me llaman Zora. ¿Te gusta..? Mis compañeras de clase dicen que es más interesante llamarse , no sé, esos nombres de Mujeres y Hombres. Bueno, pues, recurriendo a mi hermano, que es un empollón, y que estudia segundo de Derecho, pude encontrar el Golfo de las alfombras. ¡Qué lejos, Dios mío! Con un rotulador negro, y como si mi mano fuese un barco que navegara, viento en popa, surcando los mares, fui marcando sobre mi impecable atlas el recorrido que habías tenido que hacer hasta llegar allí, pero...¡vaya sorpresa! ¡Mira por donde me di de bruces con el Canal de Suez! ¿Sabes que me suspendieron dos veces por no saber absolutamente nada del dichoso Canal..?
¡Cuánto lo siento, Javi! ¡Una guerra y tú en ella para que yo haya tenido que enterarme, o mejor dicho, para que yo haya tenido que encontrarme con el Canal de mis suspensos!
Y, bueno, ¡para qué las cosas que he descubierto! Otra de ellas ha sido el Mar Rojo. ¿Cómo es? ¿De verdad es rojo como la sangre..? De este mar sabía más cosas por la película de los Diez Mandamientos y por la Biblia. ¿Te gusta la música..? A mí los Gemeliers me emocionan tanto… Hoy tal vez me quieras a morir. / Mañana te veré haciendo las maletas. /¡Es tan cansado vivir sin saber bien si toca llorar o reír / la, lala… Y yo añado: ¡que se muera la guerra, la, lala / que se invente la paz, la, lala  
¡Una guerra para que yo piense en ti! No, no es verdad: desde aquella noche, tú contabas en mi vida. Te elegí y te esperaba, pero… Ahora que sé dónde estás noto una cosa por el cuerpo..., y oigo, y leo, y recorto y pego en un bloc todo lo que encuentro sobre esa maldita guerra y, cuando vuelvas, porque vas a volver pronto, y cuando otro día vengas a la discoteca, me acercaré a ti y te diré: hola; soy Zora, ¿me conoces..? Y te regalaré esta carpeta de hojas que estoy almacenando y en las que te veo y oigo, aunque casi no pude apreciar el tono de tu voz… Cantaremos, bailaremos: que se muera la guerra, la, lalala.  AMEN. Zora

 

4 ene 2015

Mi carta a los reyes Magos


Acurrucada  en un balcón de mi casa, allá en el pueblo, esperaba cada año la llegada de los Reyes Magos. Quería verlos, tocarlos, escucharlos… Alguien, a carcajada limpia, me abrió los ojos un día: Es mentira: los reyes son tus padres. Pasaron años, nacieron mis hijos  y he aquí que, sin proponérmelo, los Reyes Magos volvieron a  escena en sus zapatitos, primorosamente colocados en la terraza, y volvieron a tomar vida en cabalgatas, augurios, cartas, grandes almacenes, etc.  Y algo por dentro me decía que también yo protagonizaba un engaño. Hoy, pasados muchos más años, pienso y tengo  experimentado que el principal alimento del psiquismo, la mejor cuerda para activar nuestros estímulos, es la ilusión. Y desde ese punto de vista, los educadores, padres, en este caso, tendríamos que estar bien atentos a promover en nuestros hijos una vida ilusionante, pero no un día y a base de  súper caros y súper modernos artilugios generadores de niños y niñas que ni  tan siquiera les interesa levantar la vista de ellos para ver quién les habla o qué sucede a su alrededor, sino promoviendo a diario vivencias generadoras de ilusión, transmitiendo la alegría de vivir, pero, hundidos  como andamos  en una sociedad empanada y pasota, con nuestras actitudes proyectamos en constante trance, una imagen negativa del mundo y de cuánto nos rodea.
    Sin duda para los niños la festividad de los Reyes sigue siendo una ilusión, pero mucho más que eso les alegra y divierte la participación de sus padres en  juegos,  ocios, paseos, etc. Una tarde de cine, de merienda, un rato de parchís, cualquier cosa provocaría  en  ellos  mejores ilusiones que fantásticas mentiras, porque la vida no es más que  una escalada en la que cada peldaño de ascenso, nos aproxima más a las estrellas.
Mi padre, hombre de muchos  y grandes valores, era protagonista, junto a los siete hermanos que somos, del acto festivo de escribir la carta a los Reyes Magos, carta que corregía y de la que guardamos algunas anécdotas divertidas. Por eso yo, cada año, sigo escribiendo mi  carta con todo rigor. Así que hoy, cerca de Córdoba los Magos, la escribo:
Queridos Reyes Magos Melchor, Gaspar y Baltasar: Este año he sido buena… Quiero que me dejéis, como siempre, un rosario, una caja de lápices y una muñeca de cartón. Para mí no quiero más, pero, como ya soy mayor, os pido también ilusión para todos y os mando besos y abrazos para que los dejéis  en todos los zapatos del mundo. Un beso para cada uno y agua para los camellos que  irán cansados. Isabel


Y que canten y sean felices los niños


3 ene 2015

Que se muera la guerra. Carta nº 1

QUE SE MUERA LA GUERRA
CARTA Nº 1
¡En menudo lío me encuentro!, y todo por culpa de la guerra, o mejor dicho, por culpa de haberte conocido, porque la verdad es que la guerra y esos temas no me gustan ni en broma. Son así como conversaciones serias de las personas mayores que me aburren y entristecen. Y todo por aquella noche de discoteca y por el amigo de mi amiga que, cuando te vio entrar con tu grupo de amigos, exclamó: ¡Hala..! ¡Los militares que se van a Irac! ¡Pobrecillos! ¡Por nada del mundo quisiera estar dentro de ellos!
Era sábado. Yo estaba allí por casualidad, o mejor dicho porque me gané a mi padre, prometiéndole, eso sí, que, a las doce en punto, ni un minuto después, como en el cuento de Cenicienta, entraría por la puerta de mi casa, agarradita de las manazas del "culturetas" de mi hermano. Sucedió, ¿sabes qué?, pues, eso, que me fijé en ti. Me pareciste mi tipo súper guapo: alto, tatuado, musculoso, bailón, y...¡como no!, un poco tonto como todos lo hombres. Por cierto, ¿cómo te llamas? No me dio tiempo a descubrirlo, porque la primera fatídica campanada de la media noche me sorprendió con sólo una invitación tuya que ni siquiera pude saber bien si iba dirigida a mí: ¿Bailamos, guapa? Y, sin que mediaran más palabras, nos zambullimos en la pista, todo un laberinto de luces y estridencias.
Pero tuve que salir corriendo, y aquellas doce de la noche pusieron en mis labios las palabras más topes que jamás recuerdo haber pronunciado: Bueno, hasta pronto. Que lo pases bien. Me alegro de haberte conocido... Te encogiste de hombros, mientras yo, roja como una amapola, me perdía entre las luces, la música y las exigencias de mi hermano, fiel cumplidor de su promesa de hacerme regresar a casa sana, salva y a la hora en punto.
Después, transcurridos unos veinte días, el amigo de mi amiga, un poco enterado y gracioso él, se nos acercó en el recreo del lnsti, comentando de nuevo y como si nada: el bailón de la disco, el que tanto le gustó a Zora se va a Irac, allá por el Gofo ese, por seis meses, a la guerra y se va ya mismisto.
Y mi amiga, que ya sabía de mi antojo, y que es una chavala legal, exclamó: ya nos lo dijiste. ¿Recuerdas? ¿Y qué..? Más vale ir al Golfo como un valiente que ser un "golfo" como tú. Me quedé en blanco; como si hubieran hablado chino. ¡Menuda soy yo para la Geografía!. En primero de bachiller. y sin haber conseguido aprenderme, en toda la E.G.B los nombres de los ríos, cabos y golfos de España. Imagínate...
Bueno, te llamaré Javi, porque así, más o menos, es como se llaman los "chavales" que me gustan., Y te comentaba, Javi, que de esa historia de Irac, del Golfo y esas cosas, yo no sabía ni palabra, porque, los Telediarios, las Noticias… ¡uf..!, me parecen insoportables. Por eso, al recapacitar en la preocupación de mi amiga, y en los disimulos con su amigo, no tuve más remedio que preguntar: ¿De qué habláis..?. ¿A qué viene nombrar la guerra?
¡Ay, Javi, qué gordas me parecieron aquellas palabras! ¡Y yo que te hacía en un cuartel, con tu uniforme de militar! Guapo, guapo, con tu ropa de color caqui, con tu gorra de borla..."¡pim, pam, pim, pam..!", balanceándose por tu frente, mientras hacías guardias, jurabas bandera o saludabas con gallardía a tus jefes y... ¿por dónde caería ese dichoso Golfo..? Así que, tan pronto como pude, corrí a mi casa en busca de un mapa de carreteras que guarda mi padre en su mesita de noche.
¡Ah, y una cosa! ¿Cómo te gustan las chavalas? Yo en lo primero que me fijo es en la voz, las manos y los ojos. Mi amiga Cloti dice que soy una inocente, que lo primero son otras cosas.
Y termino que son las doce y no he empezado a estudiar. Que se muera la guerra y vuelvas pronto Zora
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La primera dificultad, empezar. Sí porque no la podía iniciar como lo normal en las cartas que escribimos todos: querido/a, etc. Tenía que pensar en algo original. Tampoco el final podía ser el usual. 
Lo siguiente fue repasar párrafo por párrafo ortografía, vocabulario, etc. Hoy me referiré solo a lo que es más frecuente.
Palabras baúles que son aquellas que se usan mucho por su amplio significado. El verbo haber, hacer,  la palabra cosa, etc. por ejemplo se usan casi para todo. Así por ejemplo en lugar de decir: había mucha gente en la plaza, se puede decir: una multitud ocupaba la plaza.
También tuve que consultar sobre el uso de los puntos después de los signos de exclamación e interrogación. Y no, no se ponen puntos porque la exclamación o interrogación equivale al punto. Sí se pueden poner comas, dos putnos, etc. Ejemplo: No he podido salir. ¡Cuánto lo he sentido! Otra vez será.
¡Ah, y otra cosa! Los dichosos dos puntos. Después de ellos se escribe minúscula. Se usa mayúscula cuando se introduce una cita. Por ejemplo: La dicha de la vida consiste en tener siempre algo que hacer, alguien a quien amar y alguna cosa que esperar. Thomas Chalmers.
 Os recuerdo que todo es ficción, excepto la anécdota de la cafetería.






1 ene 2015

Así puede nacer una novela


QUE SE MUERA LA GUERRA
Queridos amigos: no sé si os interesará saber cómo nace y crece una novela, un relato, etc. Han sido muchos los jóvenes aficionados que me han formulado esta pregunta: ¿cómo puedo empezar? Etc.
Hoy os transcribo como nació y creció una novela que escribí hace unos años y que trato de actualizar para vosotros. La titulé así: Que se muera la guerra. La presenté al Premio Lazarillo y se quedó entre las  últimas finalistas. Si os resulta interesante, puedo seguirla, aunque la simultanee con otras cositas

ASÍ PUEDE NACER UNA NOVELA
Anécdota desencadenante: Fue una madrugada hace tiempo. En la cafetería de una gasolinera, escuché como un grupo de chicas, que salían de la discoteca cercana hablaban. Una decía: ¿Sabes, Zora, que Pedro, el chico con el que has bailado, se va a Irac?  La tal Zora,  muy sorprendida, exclamó: ¿pero qué dices? No puede ser. Pues, lo siento pero así es. Se va voluntario por seis meses y luego, si quiere, puede seguir. ¿Y a qué va allí? ¡A la guerra, ¿a qué va a ir? Volví la cabeza y vi como la chica llamada Zora,  guarda silencio y se limpiaba lágrimas con un kleenex  

Me fui a casa sin dejar de pensar e incluso empatizar con los sentimientos de aquella chiquilla que lloraba, como hubiera llorado yo al saber que podía perder a alguien que me importara, aunque fuera por poco tiempo. Como si me hubiese fundido con ella, me preguntaba: ¿qué podría hacer yo para conectar con alguien que está lejos? ¿Teléfono? Aunque pudiera conseguir su móvil, ¡para qué con lo caras que dicen son las llamadas al extranjero! Pero, además, ¡si ni tan siquiera sabía su nombre! ¿Escribirle cartas?  Podía ser, pero; a quién y adónde las dirigía?  Algo me dolía profundamente.
Fue entonces, cuando me surgió la idea de escribir aquel relato a mi manera,   basándome en lo que había oído, y escribir cartas  en las que le dijera todo lo que pensaba y  sucedía, aunque, eso sí, tendría que guardarlas  para cuando  volviera, si es que volvía a verlo.

Comencé por informarme exhaustivamente de la noticia de aquel reemplazo que iba a salir para Irac. Busqué poner cara a los protagonistas, porque nadie puede inventar una cara de carne y hueso. Así que pensé en chico y chica que yo conocía  bien, tanto su físico como sus sentimientos. Tenía ya noticia y personajes, pero, de su realidad tan solo conocía las palabras de aquellas chicas en la cafetería. Tendría que crear ambientes, circunstancias, conversaciones, familias, vidas en definitiva. etc.
Busqué y seleccioné vocabulario de adolescentes.
Me informe sobre  grupos musicales favoritos de los adolescentes, lecturas, medios de comunicación, redes sociales, etc.
Fui, durante un tiempo, anotando ideas, observando a chicos adolescentes, entre ellos a mis propios nietos: conversaciones,  gustos y hasta secretos.
Un laberinto de ideas corrían por mi cabeza con urgencias para salir fuera. Pero, ¿cómo ordenarlas? ¿Qué técnica me resultaría más cómoda y apropiada? Opté, como pensé, por la epistolar y en primera persona.
¿Y cómo llamar a mi novela? Mejor –me dije-, empezar a escribir y el título me saldría solo.
Y comencé a escribir, notando que la creación corría como si fuera estirando  de un ovillo. corregí unas pocas de veces: busqué palabras repetidas para sustituirlas, también sustituí palabras vulgares por seudónimos  más originales, eliminé palabras o frases que no añadían nada, eliminé también preposiciones que no eran necesarias,  descripciones y frases largas, puntos, comas, etc.
Leí y releí en voz alta para oír la musicalidad, el ritmo de la lectura y  se lo leí a mi nieto adolescente observando dónde radicaba el interés y dónde la indiferencia, así como tomando  nota de las interrogantes que me suscitó.
Cuando, al fin, estaba casi satisfecha, pensé que era necesario un  breve prólogo que pusiera situar al lector. Así que escribí el siguiente: A blue night... ¡Oh, noche azul!. Ese será el gran día que, al fin, se invente la paz. El día que los hombres del mundo dejen de matarse y se abracen como hermanos. El día que para siempre se muera la guerra y se invente la paz. Esa será la mágica noche azul que sueño, en la que  tú y yo nos diremos: ¡Hola! Se murió la guerra. Amén.

Hasta aquí todo real. Mi primera carta, si os interesa, es ya pura creación como el resto de la novela.

Romper moldes

       Amanece un  nuevo día y seguirá amaneciendo  durante  trescientos sesenta y cinco días con el apellido dos mil quince. ¡Ojalá al atardecer de la vida, sigamos "amaneciendo"

Queridos amigos: Romper moldes es un riesgo, pero sin comparación lo es más el pasar por la vida, corto paseo al atardecer de un bello día, sin colaborar a la creación que somos de un Dios que nos dejó una cuenta sin saldar: la de "recrearnos" con nuestras capacidades individuales, con nuestros acaeceros, cotidianidades... con nuestro singular proyecto.
Cuenta pendiente que no hay que olvidar porque, al otro lado, se nos espera crecidos, porque Dios dijo: Creced y multiplicaos.
Y Dios no impondría jamás tal deber si no fuera posible cumplirlo, porque el hombre se multiplica, no sólo por la especie, sino, ante todo por sus obras que se esparcen como el polen con el viento y fecundan a cuántos, ávidos de ellas, les impregna su perfume.
Que sepamos,  cada día de este nuevo año, estrujad la vida y del agridulce que abstengamos, sepamos extraer el dulce  y compartirlo; el agrio, el amargo, tragándolo como podamos porque casi nadie querrá saber de él. Cada día perdido en las distracciones que ofrece el camino, es irrecuperable; basta mirar la fecha del almanaque.
Pero, sobre todo, basta recordar el día de ayer para caer en la cuenta de que ya es una vieja historia escrita, bien en nuestro haber, bien en nuestro saldo.