Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

28 dic 2014

Un cielo para gatos



Queridos  amigos: Para mí que siempre, pero de forma especial en estos días finales del 2014, deben ser tiempo de reflexión y balance. Hoy, un relato literario, sí, pero reflejo de la realidad de nuestro mundo.

Sí, estaba muerto; no había duda. En medio de la carretera. Atropellado por un vehículo cualquiera. Y la gente transitaba con indiferencia, y los coches se apartaban por no salpicar de sangre sus ruedas, y un grupo de niños lo miraba triste desde la acera. Era un gato callejero; era mi gato por adopción. Su hogar, los bajos de un coche. Desde allí, y con recelo, observaba. Logré ganarme su confianza y casi comía de mi mano. A veces, me parecía sentir que me pedía un rinconcito de mi gran piso, todo entero para mí sola. Pero hacía oídos sordos, porque… ¿un gato…? ¡Demasiado problema! Y mi conciencia quedaba tranquila con la limosna que le daba de comida y agua.
Hoy ya no tengo gato que alimentar. ¿Qué haría en medio de la carretera? ¿Por qué no tendría un hogar? Desconocía, seguro, los peligros de la calle, y de ella había hecho su mejor mansión. Seguro que, acostumbrado al viejo coche parado, que era su casa se olvidó de tantas ruedas potentes que ni tan siquiera advertirían la pasada por su frágil y párvulo cuerpo.
Y yo lo encontré caliente todavía. ¡Claro que lo lloré!, y los niños me ayudaron y lo enterramos en el jardín, debajo de un naranjo cubierto de azahar. Pero tarde ya, y su voz se me agigantaba: Llévame a tu casa. ¡Si sólo soy un gato!
¡Pobres gatos callejeros! Son tan gatos como yo, como todos… Parafraseando un proverbio de la Biblia, digo: Hay tres cosas que no logro comprender, y una cuarta que ignoro por completo: el vuelo del águila en el cielo; el camino de la culebra sobre las piedras, el rumbo de los barcos en el mar, la insensatez del hombre, cuando con todas frivolidad mira y no ve que el mundo está lleno de “gatos” sin hogar, sin amor: negros, pobres, ancianos, niños… Cientos de seres humanos, llegados en negras y odiosas pateras, embaucados por siniestras mafias, escondidos en aciagos agujeros, exhaustos de caminos, con miradas de sorpresa, súplica, incomprensión... No puedo imaginar un mapa genético sin que, en sus cuatro puntos cardinales, aparezca como factor por excelencia, el amor, la comprensión, la ternura.


Crea, Dios, un cielo para gatos para que, cuando la rueda implacable y potente de la vida atropelle nuestro frágil cuerpo, te encontremos, porque de lo contrario… ¡SI no somos más que pobres gatos refugiados en un cielo de tejas!

27 dic 2014

Día de la Sagrada Familia: Carta a mis hijos




Mi gran familia: abuelos, padres tíos, primos, mi hermana Blanca y la "bebeta", como dice  mi amigo Felix, en brazos de mi abuela, soy yo. Faltan mis hermanos, cinco, que aún no habían nacido

Queridos hijos: Como decía Henry Miller, No hay que ordenar el mundo, porque el mundo es la encarnación del orden. Somos nosotros quienes debemos ponernos al unísono con ese orden. Y esto os lo escribo una madrugada de espesa niebla de este mes de diciembre que a dentelladas va finiquitando lo que nos queda de año y cuando acabo de ver a un indigente durmiendo a la intemperie y cuando el primer autobús, como me sucede todas las madrugadas, me emociona su paso. Sí, es el día que vuelve, la vida que empieza con luces y sombras, con desigualdades, injusticias, con desastres… Cansada ya, sí, de muchos trabajos, pero con las manos extendidas siempre al amor, a la ilusión y a la esperanza, os digo: ¡Adelante, hijos! Sois personajes de excepción de este provisional escenario que es la vida. Representad, con la mayor perfección posible, vuestro papel, porque en ello encontraréis la recompensa. Nacimos con un proyecto debajo del brazo: colaborad a que este nuevo Día sea como un luminoso arco iris que, de extremo a extremo del universo, luzca fecundo para todos los seres humanos. No hay, pues, tiempo que perder. 
Somos, hijos, criaturas en cuyas miradas asoma el alba, somos corazón y vida por donde fluye el maravilloso ocaso de cada atardecer. 
Somos himno que entona sueños, mientras tejemos el sutil relámpago que cruza el cielo y lo ilumina en blanca vorágine de altura. 
Somos belleza y amor. Somos, y ahí radica el milagro, solitario bosque de felicidad. 

Y es que la felicidad radica en ese saber encontrar, a solas, la magia de los momentos. 
A vuestra edad, con jóvenes afanes, con la maravillosa familia que cada uno habéis formado, con incesantes problemas, naturales incertidumbres, prisas... se os puede escapar la magia que llega a través de la ilusión, del placer íntimo que, en definitiva, casi siempre queda reducido a ese gran valor: la familia en peligro de extinción, hoy. 
No os dejéis engañar, hijos. El periodista estadounidense H. Carter dice: Sólo dos legados duraderos podemos dejar a nuestros hijos: uno, raíces; otro, alas. Creo que son realidad en vuestras vidas. Que nada, ni nadie os separe jamás y que sepáis usar vuestras alas e izad vuelo cuando la mentira, la vanidad, el orgullo, la envidia, etc. quieran recortarlas y haceros caer. 
No puedo, ni quiero dejaros perecederas riquezas que envilecen a los hombres. Mi única herencia es haberme defendido de los compradores de valores, si bien sus aguijones hacen daño y pueden provocar lágrimas. No obstante, os aseguro, que hoy por hoy es mi mayor felicidad, mi patrimonio, mi herencia. Ya sabéis cuánto os quiere vuestra madre.

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23 dic 2014

Sentarse a la mesa y algunas ideas


Queridos amigos: hoy toca sentarnos a la mesa.  Me voy a referir, de nuevo, al Blog que dedico a mis nietos, pero  os quiero recordar una frase  que a mí especialmente  me gusta: Los únicos goces puros y sin mezcla de tristeza que le han sido dados sobre la tierra al hombre, son los goces de familia.
Así que vamos a los  más pequeños para que aprendan a valorar y sentir las convivencias familiares.
¡Ea, mis queridísimos nietos y nietas,  esta noche sí es ya Noche Buena! ¿Tenéis preparado el cuaderno dónde todos escribamos al menos una frase? Por si acaso, llevaré yo uno con buen boli para que no haya excusas.
Seguro que esta mañana iréis de compras con vuestros padres que vivieron esa entrañable costumbre, cuando eran niños. Vividla a tope y sé conscientes de esos momentos felices  de familia  unida que se quiere.  Yo, entre tanto, prepararé los aguinaldos que este año con la crisis… ¡Bueno, no os preocupéis que los he recortado poco, muy poco!
Y unas palabras tan solo para que todos dediquemos un momento a recordar al abuelo Mariano que tanto le gustaban estas fiestas y que, era tan generoso, que la última Navidad que pasó con nosotros, muy enfermo  ya, ¡ni una palabra de tristeza! Al contrario, cantó, bailó, tiró  petardos y preparo “los platos gordos” que era cómo llamábamos a la cena. Así que, siguiendo su ejemplo, nada de  penas ni recuerdos: ¡a ser felices y dar gracias por lo mucho que tenemos!
Y ahora unos consejitos para esa mesa de cena en la que todos nos vamos a sentar.   
A la mesa hay que sentarse bien vestidos, limpios, peinados… Y esto no quiere decir que tengamos que estar incómodos, tensos, con ropas súper lujosas. ¡No, no, ni mucho menos! 
Sentarse bien a la mesa  implica otras muchas cosas como saber usar debidamente los cubiertos, saber cortar la carne, comer el pan sin dar bocados a un solo trozo, sino a pedacitos chicos, masticar sin ruidos, evitar que se vea la comida en la boca,  sentarse bien en la silla,  etc. etc.
Las servilletas no son baberos de niños pequeños, luego no os las colguéis del cuello. Usadla con discreción, puesto que van quedando manchas de comida.
Si no os gusta algo de la comida, como mínimo, probadlo pero no le hagáis ascos ni expreséis con gestos o palabras vuestros desagrado. Pensad que las persona  o personas que han cocinado lo han hecho con el mayor interés y esmero para agradar. Así que es de buena educación elogiar lo que se come.
Escuchad al que habla y evitad hablad a la vez y en voz tan alta que solo parezca ruido. Evitad las peleíllas que tanto os gustan entre hermanos.
Si os da tos o tenéis que estornudar, hacedlo con el mayor disimulo posible. Por supuesto, nada de eructos.
No habléis con la boca llena. Es horroroso que los demás nos vean masticar la comida.
Pedir las cosas por favor. No  os levantéis de la mesa, aunque hayáis terminado de comer, hay que esperar a que terminen todos.
Para coger agua o pan, no paséis el brazo por encima del plato de otro. Pedidlo al que lo tenga más cerca.
Y en fin que esto parece un recetario más que mi cartita de Navidad, pero me toca enseñaros y, desde luego, seguir aprendiendo que es mucho.
Cantad, bailad, reíd... Dedicad también un recuerdo a los que no tienen techo, ni plato, ni Navidad ni nada de nada.  .
Y ya termino. Recordad siempre que solo el amor salva y es la mejor fuente de felicidad. Dar y recibir amor es el mejor motor para vivir  y morir en plena conciencia de haber valido la pena  nuestra existencia. Os quiero muchísimo.

Alguna buena idea:
Yo tengo por costumbre dar esta noche el aguinaldo a todos, pequeños y mayores. Y lo hago de la siguiente forma: preparo sobre de colores. En ellos introduzco el aguinaldo que va en función de la edad de cada uno. Los sierro bien y  en cada uno de ellos escribo el nombre del destinatario y la cantidad en Euros. Luego todos los llevo en una bolsa. A la hora de repartirlos- la más esperada de la noche-, mis nietos pequeños van sacando y cantando, al estilo de la lotería, nombre y cantidad a la que todos corean con la palabra ¡Eeeeurooos!
Vale la pena cualquier sacrificio económico por ver la cara de todos  que, en corro y a coro recogen su sobre. Siempre preparo alguna broma, como sobres vacíos que, ¡claro!, tienen repuesto, y cosas así que nos divierten a todos.
Otra idea que a mí me gusta, consiste en el mismo cuaderno que escribimos todos,  plasmar la silueta de las manos de todos y cada uno con su nombre. ETC:
Bueno querida familia de Facebook, que os tendré presentes y que os quiero y deseo seáis todo lo felices que podáis valorando –insisto- las pequeñas grandes cosas que son muchas.




22 dic 2014

Jesús nació el año dos mil catorce


                               Y en este puñado de vidas, Dios nace cada día

Queridos amigos/as: Con un cuento  quiero felicitados y deseados que seáis conscientes,  más que de lo que  esperamos, de lo mucho que podemos perder y seamos felices colaborando a que lo sean los que nos rodean.
Me gusta imaginar cómo sería el nacimiento de Jesús, hoy. De ahí este relato:


Aconteció en estos días que se promulgó una ley de extranjería por la que los sin papeles tendrían un plazo entre siete y treinta días para retornar voluntariamente a su país de origen. 
Un matrimonio de extranjeros, José y María, con la mujer en avanzado estado de gestación, llegados en patera y que buscaban trabajo en España, caminaban sin rumbo en la noche. Encontraron refugio en una chabola abandonada a las afueras de una gran ciudad. Sucedió que el segundo día de pernotar en aquel lugar una grúa municipal los desahució, dejándolos a la intemperie una noche muy fría de un veinticuatro de diciembre del año dos mil catorce. 
Abrazados, retomaron el camino. Repentinamente se vieron obligados a detenerse y buscar nuevo refugio ya que la mujer presentaba síntomas de eminente alumbramiento. El hombre llamado José, divisó a lo lejos los arcos de un centenario puentecillo. Allí, María –dijo-, allí podrá nacer nuestro hijo. Buscaré pasto, buscaré leños, encenderé el fuego y esperaremos a nuestro primogénito. Y el hombre, llamado José, extendió el pasto, lo cubrió con su vieja chaqueta y el niño nació. La mujer, llamada María, lo recubrió con su propia ropa y lo recostó en el cálido montón de pacto, junto al fuego preparado por José.
Aquella madrugada, trabajadores de una fábrica cercana, al cambiar de turno, los encontraron y compadecidos le ofrecieron lo poco que llevaban: se despojaron de algunas de sus ropas, les dieron parte de sus bocadillos y prometieron dar cuenta a los Servicios Sociales para que les ayudasen. 

Así, al día siguiente, se personaron, tres mujeres provistas de todo lo necesario para atender al niño y darles cobijo durante el tiempo preciso para que retomaran camino a su país. 

Hasta aquí mi visión, hoy, de la Navidad. La patria no es propiedad heredada con papeles, sino cielo, dicha y dolor de todos.