Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera
28 nov 2014
26 nov 2014
Reflexiones en la madrugada
(De mi obra, "Néctar de la Vida")
Durante unos minutos he
observado cómo un caracol, en incesante intento, subía una pared.
No obstante sus reiteradas
caídas, persistía en el ascenso.
Caigo en la cuenta de que mi
vida, tal vez la de todos, sea como la caída del caracol: un constante esfuerzo por seguir y seguir,
siempre...
¡Hacia arriba, hacia el
cielo...!
¡Hacia la búsqueda de una
trascendencia!
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LA mañana, el aire fresco,
los pájaros, el jardín, los árboles, el tren que pasa, la hoja que cae, el
papel que vuela, la fragancia húmeda del albero… Yo que paseo...
¡Gracias, muchas gracias,
Dios!
¿De dónde que merezca tantos
privilegios
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¡Pobres seres humanos a la caza siempre de la
felicidad!
La esperan mañana, pasado,
el otro...
La esperan merecida,
regalada, gratis...
Pero la felicidad sólo son
momentos, y están...
¡Claro que están!
¡Pequeñitos, raudos...!
Para mí, en este amanecer otoñal,
en la barandilla de mi terraza, respirando
el vaho mágico de esta hora, con olor a tierra mojada, con las zigzagueantes destellos, rojos,
verdes, anaranjados de los semáforos en el asfalto, espejo de lluvia que no
cesa. ...
Para mí en este, mi momento
presente... ¡Mi único momento…!
No busco la felicidad; la
encuentro.
24 nov 2014
Día Internacional contra la violencia de género
(De mi obra Bolitas de Anís, editada por Desclée, esta sencilla pero trascendente y elocuente anécdota.)
Los "bebés" no saben del género de los brazos que los sotierren; solo duermen al calor del amor.
Cierto
día, y por sugerencia mía, los alumnos/as se dibujaban a sí mismos. Un pequeño
se dibujó rodeado por un círculo. ¿Qué
significa esto? -le pregunté- ¿Para qué el círculo? Eso no es un círculo. ¿No
ves que es una corona? -me contestó.
Otro
se dibujó en lo alto de un pódium ¿No ves que soy un campeón? -exclamó.
Una
pequeña se dibujó con una muñeca entre los brazos. Es que soy una mamá -me
explicó.
Y
yo me dije:
Desde
hoy reivindicaré siempre y desde todas mis posibilidades, más alumnas reinas y
campeonas. Sería un tremendo desequilibrio que el mundo se dividiera en hombres
reyes, campeones... y mujeres mamás.
21 nov 2014
Recordando a un niño
En mis muchos años de profesión he perdido
alumnos que me han dejado profunda
huella. A ellos quiero dedicar mi recuerdo estos días en los que deseo prolongar el Día del Niño.
Si pudiera empapelaría el mundo con dibujos de niños/as,
porque en ellos solo hay alegría, inocencia, amor...
Han pasado años, muchos, pero al celebrar de
nuevo el Día del Niño a mi memoria acude aquel alumno de diez años de mi Centro
que, habiendo conocido pronto el dolor de la vida, miraba desde una inmensa
tristeza, matizada, de vez en cuando, de ingenua felicidad. Él era tierno tallo
herido, a penas despuntar, que sobrevoló por nuestras vidas, cual estrella
fugaz de la que más bien queda el recuerdo de un maravilloso rastro luminoso y
la certeza de haber sido testigos de su deslumbrante existencia. Él era Rafael,
pálido, transparente, aficionado a la escuela, a sus maestros, a sus libros...
Y Rafael se nos fue de pronto. Un día cualquiera, mientras sus compañeros en
clase compartían la difícil tarea de la educación y el aprendizaje, mientras su
silla, vacía como otras veces, casi no extrañaba a nadie, mientras cada cual en
su trabajo, olvidados de la provisionalidad que es la vida, con afanes
desmedidos, con nimiedades, con absurdos y sin caer en la cuenta de que vivimos
inmersos en el funeral eterno de los tiempos, hacíamos planes de un futuro que
nos deparara mayor bienestar. Ni siquiera una corazonada, un telepático
presagio; nada. La vida del pequeño Rafael, como blanquísima espuma de mar, se
desvaneció con el viento. Y era un bonito día de primavera, y el sol siguió su
curso, y las margaritas y las amapolas, en un frondoso salvaje, parecían
entonar el más bello himno de la alegría, y en las calles, el tráfico, los
ruidos, las prisas... Pero en medio de esta eclosión de vida, un pequeño
féretro nos llenaba de tristeza a todos los que vivimos, de una manera u otra,
la corta vida de aquel niño. Lo recuerdo, especialmente en este día, y unas
lágrimas corren por mis mejillas. Sí, un alumno es como un hijo que cae en
nuestras manos y nos hace sentir que servimos para algo. ¡Échame una mano, tú
que está en el cielo!, y espérame, espéranos.
Y ahora aquí, en este rincón, frente a mi
ordenador, lugar preferente, lo recuerdo y unas lágrimas me apuntan de
nuevo, sin poderlo evitar, por las
mejillas, y no sólo es recuerdo de pasado, sino más bien, es presente, algo así
como un poderoso árbol que se me crece y cuyas raíces, y ramas, y hojas y
flores, si bien
amainaron en las estrellas, dentro de mi
corazón marcaron profunda huella. Tus libros me gustan mucho -me repetía en ternura
infinita -, y son muy bonitos, y mi madre me los ha comprado y por las noches
los leo, y me gustan... Y también tengo tu foto del periódico, y la guardo
porque también me gusta, y me gusta tu
tórtola porque es blanca y porque ríe.
Y, mientras balbuceaba estas maravillosas
palabras, una ligera sonrisa se esbozaba en su rostro, pegado tantas veces,
bien a la mesa de secretaría, bien a la mesa del director, en un intento de
mitigar aquel dolor de cabeza que -¡maldita sea!- se lo llevó.
Mi fe es lucha en un Dios que no comprendo,
pero en el que, desde mi pequeñez, confío y espero. Por eso, creo que Rafael
está con Dios, y creo que Rafael está con nosotros.
Mi pequeño y agradecido niño: Jamás olvidaré
que unos cuentos míos, unas poesías, una
fotografía mías, mitigaron el dolor que, postrado de mesa en mesa,
soportabas. Nunca me lo había planteado hasta aquel día: bien merece la vida,
si en ella se puede escribir un cuento, una poesía que haga feliz a un niño/a.
20 nov 2014
Hay que escuchar a los niños
Dibujo de mi chiquitín. Jardín de la "abula" llama a mi terraza. Nunca, nadie me ha "fotografiado" mejor.Los nombres los puse yo tal y como él me los fue diciendo. ¡Qué cosa más tierna y maravillosa son los niños/as!
Queridos
amigos/as: Quiero dedicar este fin de semana a los niños/as. Se merecen algo
más que un día.
Por eso esta elocuente anécdota de mi obra Bolitas de Anís
-Desclée-
Un
alumno de seis años me decía: Seño, mi madre, por mucho que le hablo, no me
contesta. Será que no te oye -le dije -. Sí me oye -insistió rotundo el
pequeño-, porque mi padre le habla muy bajito y ella le contesta. ¡Mi madre no
es sorda!
Un día quise investigar qué podía pasarle a la madre para que el
pequeño tuviera aquella idea de no ser oído. La madre, una mujer joven y
receptiva, me facilitó el trabajo. Con una forzada sonrisa, exclamó: ¡Lleva
razón el niño..! Pero es que tengo seis hijos, señorita, y él es el mayor. Dos
son mellizos, y la verdad es que no tengo tiempo de pararme a escucharlos..
¡Todo el tiempo es poco para arreglar la casa, hacerles la comida y tenerles
las ropas a punto! ¡Si me tuviera que parar a escucharlos..!
Por supuesto
entiendo cuán necesario es para una madre atender, en primer lugar, las
necesidades llamadas básicas: comidas, ropas, etc. No obstante, desde mi punto
de vista es sumamente básica la necesidad de sacar tiempo y oír lo que dicen
los niños No debería haber oídos sordos para las palabras de un niño. Ellos
sólo tienen, eso, palabras, bien orales, bien escritas. Los mayores tenemos
además la obligación y responsabilidad de escucharlos y entenderlos y, entre
otras razones, porque la infancia se nos escapa mucho antes de lo que creemos y
la madre y maestra calle ¡sí que los escuchara, entenderá y marcará para
siempre!
Cuando un niño cuenta, pregunta... descubrámonos para oírlo, porque seguro que algo nos exige, algo nos reprocha, algo nos aplaude, mucho nos condena. ( I. Agüera )
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