Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

26 nov 2012

A Dios rogando

OPINIÓN/DIARIO CÓRDOBA
SABEL Agüera 27/11/2012

¡Eso es! A Dios rogando y con el mazo dando. También queda de lujo la otra versión: Reza pero sigue remando. Dichos populares que hoy por hoy se pueden verbalizar de forma mucho más eficaz y práctica, sobre todo si uno busca ser famoso, triunfar o simplemente que te digan: ¡Tú sí que vales!
Hace unos días, presencié esta conversación entre dos amigos. Le decía uno al otro: Si no estás en Internet, no existes. El otro exclamó: ¿Cómo que no existo? ¡Mira mis manos cómo las tengo de trabajar!
Y yo que escuchaba me decía: mucho ha remado y dado al mazo este buen hombre, pero su amigo lleva razón: no existe.
En realidad no existimos casi ninguno por mucho que recemos, rememos o demos con el mazo, porque hoy, para existir hay que estar en Internet, sí, pero sobre todo en la tele. ¡A bien que no existen y se pavonean de su existencia los presentadores, periodistas, etc. que, por ejemplo, se han metido a escritores! ¡Dos ediciones en un día!
¡Claro, la gente se da tortas por la curiosidad de saber qué dice este buen señor o señora que a diario convive en nuestra casa desde la pantalla del televisor! ¡Y publicidad y ediciones a porrillo!
Y digo yo, y por seguir con el ejemplo: ¿el escritor, nace, se hace, se inventa o se compra? Porque, claro, donde menos se espera, surge triunfador un flamante escritor, firmando libros que se le caen de las manos. ¿Y qué más le da al editor? ¡El nombre, sí, el nombre es lo que importa! Si ha remado, rezado... lo ha escrito él o un "negro" es lo de menos. Si es mediático, que no se hable más.
Cuando el curioso público haya caído en la cuenta, de lo cutre, que posiblemente sea la obra, las ediciones se contarán ya por cientos.
De modo que  el popular dicho queda mejor así: Si quieres triunfar, búscate un lío, hazte mediático y ya está. Si no, ya sabes, a remar, a dar con el mazo... (¿Habrá todavía remos y mazos?).

4 nov 2012

Depresión..

 Queridos lectores que tal vez tropecéis con este blog en el  gran océano de Internet, un ser humano, esta mujer, vuelve con nueva depresión. Lo hago porque, ¡hay tantos y tantas que saben de qué hablo! Tal vez mi sinceridad, mis recursos puedan servirles. No son nada, pero son mucho para quién no se siente capaz ni de beber un trago de agua.

Una vez más, y sin causa aparente, me despierto con una depresión tal que, el amanecer que tanto me gusta, mi café de las seis de la madrugada, mis artículos pendientes, todo, hasta el pensar, se me transforma en una especie de enorme, de gigantesca bola que se me acerca y tengo que tragar.
En mi interior solo unas palabras: No puedo, no puedo. Me siento impotente para dar un paso, para salir de la cama, para beber un trago de agua, impotente total para todo.
No, no se trata de un bajón pasajero, de una hora de astenia… ¡Qué va! Me noto taquicardia y un dolor físico inexplicable. Es como si me doliera la piel de todo el cuerpo. Pienso que es mejor la muerte que sentir algo tan tremendo. Me quiero decir que igual que otras veces, pero me digo que no, que es distinto: Me duele la cabeza, tengo ganas de vomitar, me noto como atascados los sentidos…
¿Llamar a mis hijos? Estarán durmiendo y en una hora correrán a sus hijos, a sus trabajos… ¡No, no los molesto para esto! ¿Qué me pueden decir ellos que yo no me diga? Además, esta es mi vida; ellos tendrán que vivir la suya.
¿Llamar a un amigo/a? ¡Si tengo la impresión de que nadie me quiere, nadie me acepta, nadie se preocupa para nada de mí! Creo que no tengo amigos; ¡ni uno!
¿Llamar al médico? Ya me sé de memoria sus diagnósticos y tratamientos. No, nos los quiero; me duermen, me inflan de pastillas, me dejan más ausente de todo…
¿Y qué hago? ¿Dónde voy así? Tan sola, tan mal….
Como robotizada me visto, decido salir a la calle. Es noche todavía y mi cafetería está aún cerrada.
Doy unos pasos de espera. Nubes bajas, negras, gotas gorda… Acelero el paso, abro el paraguas, me tomo el pulso, acaricio al paso la rama de un arbusto: ¡Ayúdame, pequeño árbol! Huelo un jazmín. ¡Ayúdame, pequeña flor! Me dejo caer en el tronco de un gran árbol de mi Avenida: Tú puedes, árbol. Tú estás vivo y eres gigante; ayúdame. Me detengo junto a un perro que vaga por la calle: ¡Hola amigo! ¿Tienes frío? ¿Tienes hambre? ¿Estás solo? Eres guapo y tienes cara de bueno. Entre tú y yo no hacen falta explicaciones. Me miras, me entiendes, te hablo: ¡Pobre! Tú no puedes vivir sin amor; yo tampoco. Tú necesitas compañía; yo también... Vente conmigo; voy a tomar un café; te invito a lo que pueda darte. Y me habla: Sin más, me sigue pegado a mis botas y bajo mi paraguas.
Un halo de mejoría me noto. Sí, estoy mejor.

Y esto no es un cuento literario, es una confesión de la que no me siento, precisamente, orgullosa.  Es lo que hay, lejos de todo tipo de inventos para rellenar entradas y salir del paso.

1 nov 2012

Carta a mis hijos en este día




Sed conscientes, hijos, más de lo mucho que podéis perder
que de lo mucho que deseéis tener,
porque ahí radica el secreto de la felicidad.


En la madrugada de cada día, vosotros, mi mejor obra, estáis presentes, aquí, en esta vuestra casa, como los niños que fuisteis, como los adultos que sois.
Pienso en vosotros y un sentimiento me pena por el alma: tendréis que madurar y ser sabios, a fuerza de golpes que casi siempre son duros para el que los recibe, si bien, en definitiva, son, no sólo duros, sino nocivos y germen de putrefacción para quienes los propician.
Y es que los seres humanos, en general, se olvidan de su provisionalidad y buscan, ansían, a cualquier precio, el poder, el protagonismo, ahogando, en su absurda escalada, cualquier valor superior que pueda ensombrecer su mediocre actuación en este gran teatro que es la existencia.
De ahí que la mejor manera de alertaros, sobre tales usurpadores, por si en algo podéis sacarle ventaja, sea ésta que hoy, con todo mi amor, os quiero transmitir, al hilo de lo que voy aprendiendo de mi ya largo rodar, sacudida siempre por una corriente que, no obstante, jamás logró arrastrarme, porque, en mi debilidad, tuve coraje de ser roca que, golpeada, sí, sólo fuera demolida por el oleaje de las mareas: jamás por el chantaje, la mentira, la adulación...
No le tengáis miedo a nada, ni tan siquiera a la muerte, si habéis vivido como lo que sois: seres humanos. Tended vuestras manos a todos aquellos que las necesiten, sin mirar el color de su piel o el rótulo de su nombre. Miradlos, sí, a los ojos y encontraréis dentro de ellos un indescriptible misterio que no es otro que aquel con el que todos fuimos timbrados al nacer: vida y muerte.
Vuestra madre, un día ya muy lejano, miró y vio… ¡tantas lágrimas! Oyó y escuchó ¡tantos rumores clamando la piedad de una mano, de una palabra, de un gesto!
Sí, vuestra madre eligió, como única arma para caminar, el amor.
Y no, no me arrepiento porque siento que en mi alma, aún en los momentos de mayor dolor, de más intensa soledad, emerge un haló de paz infinita.
Pero algo más hijos: Conviene, de vez en cuando, volved la vista atrás por si a nuestro paso crecieron, sin ser conscientes de ello, espinas. Habrá entonces que regresar, arrancarlas y en su lugar sembrad rosas.
Y esta madrugada del Día de todos los Santos, con una luna que se esfuma entre nubes, con olor a tierra que me transporta a no sé dónde, con miles de recuerdos, arcaduces de esta noria pequeñita que es mi vida, mis manos quieren teclear el mejor mensaje que pueda escribiros, hoy:
Sed conscientes, más de lo mucho que podéis perder que de lo mucho que deseéis tener, porque ahí radica el secreto de la felicidad.
Y, hoy y mañana, días de cementerios, porque así  han crecido con la tradición, unas palabras más:

No le tengáis miedo a la muerte que, como decía papá, es un "mebrillajo", tenedle,  mejor miedo a la vida indigna, gastada, arruinada  como las ruedas de un carro. Vividla como bola de nieve que se crece y crece al rodar. Os quiero  tanto...